A mí no deja de sorprenderme cuando leo noticias de algunas starp-up que al de poco tiempo después de crearse y de anunciar los productos que van a ofrecer en el futuro, alguien dice que tienen un valor de mercado de varios billones de dólares.
Y todo eso antes de vender ningún producto al mercado, solo con la presentación de una idea y de algún que otro video al respecto en las redes sociales. Y además de mucha labor de marketing por parte del “creador” de la nueva empresa.
Hoy reflexiono sobre el caso de la empresa Nikola Corporation creada por Trevor Milton en el año 2015 para vender camiones eléctricos, y que en unos meses algunos “analistas” le asignaban un valor de 20 billones de dólares. Y todo en base a declaraciones y vídeos, o sea, a labores de marketing puro y duro.
Más de 7 años después ( en el año 2022 ), y sin haber vendido ningún producto, la empresa fue declarada en quiebra y su creador llevado a juicio acusado de fraude, y en este año 2023 ha sido condenado a 11 años de cárcel.
Está claro que los inversores han sido engañados con informaciones fraudulentas y han perdido su dinero, y lo que no sé, y siempre me lo pregunto, es que habrá pasado con los “analistas” que de manera estúpida e insensata le asignaron a Nikola el elevado valor que no tenía.
Se han perdido muchos cientos de millones de dólares, y estoy convencido de que muchos “analistas” responsables de semejante desbarajuste continúan viviendo tan tranquilos, y siguen “analizando” a otras empresas y cobrando unos buenos dineros por hacerlo.
Cuando leo en las noticias las informaciones de nuevas start-ups a las que alguien les asigna unos valores de mercado muy superiores a otras empresas que llevan decenas de años ofreciendo productos en ese mercado, siempre me hago la misma pregunta: ¿ quienes son los que analizan el valor de esa nueva empresa ? ¿ y con qué datos objetivos asignan ese valor ?
Tengo claro que yo no soy un experto en finanzas, pero he trabajado 40 años en el mundo de la industria, y sé lo que cuesta sacar a una empresa adelante, para desconfiar de los cantos de sirena de muchos “analistas” que venden la piel del oso antes de cazarlo.