Hay varios proyectos para viajar a Marte y a otros planetas aún más lejanos, y las razones que ponen las naciones que tienen estos proyectos son más tecnológicos que otra cosa, y a mí siempre me surge la pregunta si a la mayoría de la Humanidad nos interesan este tipo de proyectos.

Una cosa es explorar el mundo exterior, y otra cosa pensar en ir a vivir a alguno de esos planetas lejanos que tienen otras condiciones de vida muy diferentes a las nuestras, donde tendríamos que vivir inmersos en algún tipo de cápsula protectora.

Es paradógico que estemos destrozando nuestro planeta, que nos resistamos a invertir recursos en resolver la enorme Crisis Climática que tenemos, y en cambio pensemos en ir a vivir a otros mundos distintos cuando ya no se pueda vivir en este.

La exploración espacial, con Marte como objetivo principal, despierta pasiones encontradas. Mientras las agencias espaciales y algunos sectores de la sociedad la defienden como un paso necesario para el futuro de la humanidad, otros cuestionan su viabilidad, y sobre todo su ética, considerando los acuciantes problemas que enfrentamos en nuestro propio planeta.

Es innegable el atractivo de lo desconocido. La posibilidad de pisar otro planeta, de desentrañar los misterios del universo y descubrir si estamos solos, ha sido motor de la imaginación humana desde tiempos inmemoriales. La ciencia ficción ha alimentado este anhelo, mostrándonos un futuro en el que la humanidad se expande por el cosmos, colonizando nuevos mundos.

Los argumentos a favor de la exploración marciana se basan en diversas razones. En primer lugar, se argumenta que la investigación científica que se puede realizar en Marte podría proporcionar valiosa información sobre la formación del sistema solar, la historia de la vida en la Tierra e incluso sobre el futuro de nuestro propio planeta.

En segundo lugar, se defiende la idea de que Marte podría ser un «planeta B», un refugio para la humanidad en caso de que la Tierra se vuelva inhabitable debido a catástrofes naturales o provocadas por el hombre.

Por último, se presenta la exploración espacial como un motor de innovación tecnológica. La necesidad de desarrollar nuevas tecnologías para superar los desafíos que plantea un viaje espacial de esta magnitud podría tener aplicaciones beneficiosas en la Tierra, impulsando el desarrollo en campos como la medicina, la energía o las comunicaciones.       

Sin embargo, la pregunta «¿Para qué ir a Marte?» sigue resonando con fuerza, especialmente cuando observamos la realidad de nuestro propio planeta. La crisis climática se intensifica, la desigualdad social aumenta y la degradación ambiental avanza a un ritmo alarmante. Ante esta situación, destinar miles de millones de dólares a proyectos espaciales, mientras se recortan fondos para la investigación médica, la educación o la lucha contra la pobreza, parece, para muchos ( y yo entre ellos ), una irresponsabilidad imperdonable.

Además, la idea de Marte como «planeta B» resulta una peligrosa quimera. Transformar un planeta hostil e inhabitable para los humanos en un lugar habitable requeriría un esfuerzo titánico, con tecnologías que aún no poseemos y con un coste económico inimaginable. En lugar de invertir en fantasías escapistas, creo que deberíamos centrar nuestros esfuerzos en proteger y preservar el único hogar que conocemos.

No se puede negar que la exploración espacial tiene un componente inspirador. Amplía nuestros horizontes, estimula la imaginación y nos recuerda que somos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos. Sin embargo, es necesario un debate serio y profundo sobre las prioridades de la humanidad. ¿De qué sirve conquistar otros mundos si no somos capaces de cuidar el nuestro propio?

En lugar de ver a Marte como un destino, deberíamos mirarlo como un espejo, un reflejo de nuestra propia fragilidad y de la necesidad urgente de cambiar nuestro rumbo. La verdadera aventura no reside en escapar de la Tierra, sino en construir un futuro sostenible en ella. Un futuro en el que la ciencia y la tecnología se pongan al servicio del bienestar humano y la preservación del planeta, no de la conquista de otros mundos a costa del nuestro.

¿Para qué ir a Marte? Esta es una pregunta que refleja la crisis existencial de la humanidad

La decisión de ir o no a Marte no es solo una cuestión científica o tecnológica, es una decisión ética que nos interpela como especie. La respuesta que demos a esta pregunta definirá, en gran medida, nuestro futuro como humanidad.

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

2 comentarios en «¿ Para qué sirve ir a Marte ?»
  1. Hola Amador, que tal te va?
    Hacía tiempo que no te leía y eso es un error imperdonable pues siempre publícas artículos muy interesantes, aunque algunas veces no esté del todo de acuerdo con lo que expones o solo lo esté parcialmente.
    A propósito de este artículo sobre Marte yo diría que soy fundamentalmente optimista respecto a la humanidad, a los avances que ha hecho a lo largo de su historia y a los que le queda por hacer, con algunos retrocesos incluidos. Nunca, en la historia de la humanidad, tanta gente ha tenido acceso a tantos bienes (comida, ropa, comunicaciones, sanidad, …) como ahora. El índice de pobreza ha ido disminuyendo continuamente ( a pesar de que también ha ido variando su definición para hacerlo más ambicioso, de acuerdo con los tiempos) desde los años 50 del siglo pasado. ¿Que se podía haber hecho más? Naturalmente!, pero nunca antes ni en términos relativos ni absolutos se había hecho tanto y no esta de mas decirlo.
    Sin embargo tengo mis resquemores respecto al Calentamiento Global, Cambio Climático, Emergencia Climática, Crisis Climática o como sea que sea su próximo nombre para adaptarlo a la tozuda realidad de los ciclos climáticos terrestres. Nadie, en su sano juicio, niega el cambio climático permanente y permanentemente cambiante. Como tu bien sabes la ciencia nunca ha avanzado por consenso, a la física parece importarle poco lo que piense la humanidad, muy al contrario muchas veces los avances han sido disruptivos. Aparte del enorme negocio economico y politico que ese movimiento (como se llame ahora) representa para diferentes grupos, lo que a mi me parece cierto es que, como mínimo, está sesgado. Por ejemplo, casi nadie habla de la modificación del albedo a peor por los millones de hectáreas de cuerpo negro casi perfecto absorbiendo la radiación incidente con escaso rendimiento transformador (placas solares fotovoltaicas). Además, al final prácticamente todo se habrá transformado en calor no recuperable ni transformable. También podríamos hablar de la posible incidencia de la masificación de parques eólicos en las fuerzas, como el viento, que gobiernan el clima. No he tenido la oportunidad de leer un solo artículo sobre esto, me imagino que no está bien visto y no paga. Tampoco se oye hablar mucho del impacto (relativamente a la actividad humana, por ejemplo) que cualquier volcán submarino erupcionando a la profundidad adecuada tiene sobre la cantidad de vapor de agua anual en la atmósfera, sin olvidar que el probadísimo aumento del CO2, en gran medida consecuencia directa de la actividad humana, tiene una incidencia que es inferior a un orden de magnitud menos que el vapor de agua, cosas estas que, por sabidas, sabrás disculparme al citarlas. Me gustaria que algun dia se abordase, en debate público, el cambio climático desde el punto de vista de la entropía comparada que produce la actividad humana, creo que todos nos preocuparíamos más por nuestro entorno independientemente de los pequeños cambios climáticos.
    Quizás conocer mejor la historia climática de Marte nos ayude a comprender la evolución de la Tierra, aunque creo que, hoy por hoy la humanidad está muy lejos de manejar recursos de la magnitud apropiada como para modificarla.
    Un abrazo

    1. Gracias por tu comentario. Lo importante no es estar totalmente de acuerdo, sino promover el pensamiento libre.

      Respecto a la Crisis Climática, te sorprendería saber la mucha cantidad de gente que lo niega de una manera u otra, y la mayoría de la gente viven ( vivimos ) al margen del problema, pues nadie se resiste a modificar sus hábitos de vida, ni tan siquiera un poco. Nuestros descendientes lo pagarán.

      En fin amigo, te agradezco que leas mis reflexiones, y en especial que las comentes.
      Un fuerte abrazo

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