Recordais aquellos tiempos idealistas, cuando Internet se presentaba como la gran promesa de democratización del conocimiento, una red global donde las ideas fluirían libremente, conectando mentes y culturas? Sí, yo también.

Lamentablemente, esa visión utópica se está desvaneciendo a una velocidad alarmante. Hoy, la realidad de Internet es mucho más sombría, un campo de batalla digital donde los bots, pequeñas entidades de software automatizadas, libran una guerra silenciosa por el control de la información, la atención y, en última instancia, nuestro propio comportamiento.

Han pasado más de 50 años desde la concepción de Internet, y en este nuevo siglo hemos presenciado una invasión silenciosa. Los bots, esos robots digitales que operan en segundo plano, se han multiplicado exponencialmente, inundando la red con su actividad incesante.

En esencia, un bot es un programa diseñado para realizar tareas repetitivas o responder a estímulos específicos sin intervención humana directa. Si bien algunos bots son benignos, incluso útiles –pensemos en los chatbots de atención al cliente o los motores de búsqueda–, una creciente legión de bots «malignos» se ha convertido en una amenaza insidiosa.

El problema radica en que la mayoría de estos bots malignos están controlados por empresas cuyo único objetivo es el máximo beneficio. No les importa la veracidad de la información, la privacidad de los usuarios o el bienestar general de la red. Su prioridad es generar ingresos, y para ello están dispuestos a utilizar cualquier medio a su alcance: difundir propaganda, manipular las tendencias en redes sociales, recopilar datos personales sin consentimiento e incluso suplantar identidades.

Recientemente, tuve la oportunidad de revisar el «Bad Bot Report 2024»  que podeis ver en:

https://www.imperva.com/resources/resource-library/reports/2024-bad-bot-report

Un informe que revela la alarmante magnitud del problema. Los datos son escalofriantes. En muchos países, el tráfico generado por bots malignos supera al tráfico humano. Imaginar: la mayor parte de la actividad en Internet no proviene de personas reales, sino de programas automatizados con fines, en muchos casos, cuestionables. Esto no solo representa un desperdicio colosal de energía, sino que también erosiona la confianza en la información que consumimos y la forma en que interactuamos en línea.

Y como si esto no fuera suficiente, la llegada de la Inteligencia Artificial (IA) no ha hecho más que exacerbar la situación. La IA permite crear bots cada vez más sofisticados, capaces de imitar el comportamiento humano con una precisión inquietante. Distinguir entre una interacción real y una generada por un bot se vuelve cada vez más difícil, lo que abre la puerta a nuevas formas de manipulación y engaño.

El impacto ambiental de esta proliferación de bots también es preocupante. Según algunos expertos, el consumo energético de los bots ya representa un porcentaje significativo de las emisiones globales, comparable al del transporte marítimo internacional. En un contexto de crisis climática, este derroche energético es simplemente inaceptable.

Entonces, ¿qué podemos hacer frente a esta invasión silenciosa? Como usuarios individuales, debemos ser más críticos con la información que consumimos en línea. Desconfiar de las fuentes dudosas, verificar la información antes de compartirla y ser conscientes de que no todo lo que vemos en Internet es real.

También es crucial exigir a nuestros representantes políticos que tomen medidas para regular la actividad de los bots y proteger a los usuarios de sus efectos nocivos. Necesitamos leyes que limiten la proliferación de bots malignos, que sancionen a las empresas que los utilizan con fines ilícitos y que promuevan la transparencia en el funcionamiento de la red.

Sin embargo, me temo que la respuesta de las autoridades será, como de costumbre, insuficiente. Las grandes empresas tecnológicas tienen un poder enorme, y su influencia en la política es innegable. ¿Estarán nuestros representantes dispuestos a enfrentarse a estos gigantes digitales y defender los intereses de los ciudadanos? Permitirme ser escéptico.

La lucha contra los bots malignos es una batalla crucial para el futuro de Internet. Si no actuamos con decisión, corremos el riesgo de que la red se convierta en un espacio dominado por la automatización, la manipulación y la desinformación. El ideal de una Internet libre y democrática está en juego. Es hora de que los usuarios tomemos conciencia del problema y exijamos un cambio. El futuro de Internet, y en cierta medida, el nuestro, depende de ello.

¿ Lo haremos ?

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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