Waymo, el pionero de la conducción autónoma, vuelve a dar un golpe en la mesa. La empresa, que lleva más de una década trazando el camino hacia un futuro sin conductores, acaba de recibir una inyección de capital de 5,6 billones de dólares. Una cifra astronómica que subraya la confianza ciega que despierta esta empresa en un sector tan prometedor como desafiante.

Para aquellos que seguimos la evolución de esta tecnología, la noticia no sorprende. Waymo, nacido en el seno de Google y ahora bajo el paraguas de Alphabet, siempre ha sido un referente. Desde aquellos primeros prototipos que recorrían las calles de Mountain View hasta la flota actual de vehículos autónomos que operan en ciudades como San Francisco, Phoenix o Los Ángeles, Waymo ha demostrado una y otra vez su liderazgo.

Y es que no solo hablamos de experiencia. Waymo Driver, el cerebro que permite a sus vehículos navegar por el caos urbano, ya va por su sexta generación. 13 cámaras de vídeo, 6 radares, 4 LiDAR y un complejo sistema de micrófonos conforman los «sentidos» de este conductor artificial. Una tecnología capaz de procesar información a 500 metros a la redonda, sin importar la hora del día ni las condiciones climáticas.

Pero la seguridad, un aspecto crucial cuando hablamos de coches autónomos, es donde Waymo brilla con luz propia. Su historial de accidentes, comparado con el de otras empresas del sector, es ejemplar. Esto se debe a su enfoque meticuloso y a la priorización de la seguridad por encima de todo lo demás. Mientras otros se apresuran por lanzar servicios comerciales, esta empresa se mantiene fiel a su filosofía: la seguridad de los pasajeros y del entorno es innegociable.

Sin embargo, el camino hacia la masificación de los taxis autónomos no está exento de baches. La percepción pública, a menudo influenciada por una cobertura mediática sensacionalista, sigue siendo un obstáculo. Cada incidente, por pequeño que sea, se magnifica hasta el extremo, mientras que los accidentes diarios causados por errores humanos apenas reciben atención.

Y es que la ironía es palpable: miles de personas mueren cada año en accidentes de tráfico, la gran mayoría por fallos humanos. Pero basta un solo incidente con un coche autónomo, aunque no haya heridos, para que se cuestione toda la tecnología. La desconfianza, alimentada por el miedo a lo desconocido, juega en contra de la adopción masiva.

A pesar de los desafíos, el potencial de la conducción autónoma es innegable. Imaginemos ciudades con menos accidentes y menos contaminación, y donde la movilidad sea accesible para todos. Ese es el futuro que Waymo está intentando construir, y estos 5,6 billones de dólares son un paso más hacia esa realidad.

Es cierto que todavía no está claro cuándo serán rentables los taxis autónomos. Empresas como Waymo, Cruise o Baidu invierten sumas astronómicas en desarrollo e investigación, pero los beneficios aún parecen lejanos. La pregunta es: ¿quién aguantará más? ¿Las startups con menos recursos o los gigantes tecnológicos con la chequera a rebosar?

La respuesta, por ahora, la desconocemos. Lo que sí sabemos es que Waymo, con su experiencia, su tecnología y ahora con este nuevo impulso financiero, tiene todas las papeletas para liderar la revolución autónoma. El futuro puede estar a la vuelta de la esquina, y Waymo está pisando el acelerador.

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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