A veces, la realidad nos golpea con una fuerza brutal, obligándonos a confrontar verdades incómodas. Por más que deseemos una transición energética rápida y radical, la realidad es que seguiremos dependiendo del petróleo y otros combustibles fósiles por más tiempo del que nos gustaría admitir.

Los ambiciosos objetivos del Acuerdo de París de 2015 se alejan cada vez más, y la posibilidad de un futuro libre de emisiones en el corto plazo parece una utopía. El reciente cambio de rumbo en las políticas ambientales de algunos gobiernos, como el norteamericano, añade más leña al fuego, dificultando aún más la lucha contra el Cambio Climático.

¿Significa esto que debemos rendirnos? Rotundamente, no. Claudicar ante la adversidad no es una opción. Aunque el camino sea largo y tortuoso, la lucha contra el Cambio Climático debe continuar con más fuerza que nunca. A pesar de los reveses, existen razones para la esperanza y motivos para perseverar en la búsqueda de un futuro sostenible.

El movimiento global por el Cambio Climático no se detiene. Organizaciones, activistas, científicos y, cada vez más, ciudadanos de a pie, se unen para exigir acciones concretas. La presión social es una fuerza poderosa que está impulsando cambios significativos en la industria y la política. Hemos alcanzado hitos importantes que demuestran que la transición energética es posible.

La energía solar, por ejemplo, ya es más barata que la generada a partir de combustibles fósiles en muchas regiones del mundo. Los vehículos eléctricos, aunque todavía con un precio algo superior al de los vehículos de combustión, están experimentando una rápida evolución tecnológica, con baterías más eficientes y mayor autonomía, lo que los convierte en una alternativa cada vez más atractiva.

Se puede ver un gráfico de la Agencia Internacional de la Energía sobre la previsión de generación de electricidad

La economía, ese motor implacable que rige nuestras sociedades, también está empezando a jugar a favor de la sostenibilidad. Los desarrollos sostenibles ya no son una opción marginal, sino una necesidad económica. Las empresas, conscientes de las nuevas demandas del mercado y de la creciente preocupación por el medio ambiente, están invirtiendo en tecnologías limpias y en la optimización de sus procesos para reducir su huella de carbono.

Los consumidores, cada vez más informados y concienciados, también están optando por productos y servicios respetuosos con el medio ambiente. Este cambio de paradigma es fundamental para acelerar la transición energética.

Sin embargo, la acción individual y empresarial no es suficiente. Necesitamos gobiernos comprometidos con la lucha contra el Cambio Climático que impulsen políticas ambiciosas y concretas. Es crucial que los gobiernos favorezcan e incentiven la transición energética a través de subvenciones, inversiones en investigación y desarrollo, y la implementación de regulaciones que limiten las emisiones de gases de efecto invernadero. Algunos países ya están liderando este cambio, pero necesitamos que muchos más se sumen al esfuerzo.

Un estudio del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático en Alemania proyecta escenarios de emisiones hasta después del año 2100, mostrando que la mayoría de las regiones del mundo podrían alcanzar las cero emisiones netas, aunque a ritmos diferentes dependiendo de su capacidad económica. Esta investigación, aunque a largo plazo, nos ofrece una perspectiva de futuro esperanzadora, demostrando que la descarbonización de la economía global es posible.

No podemos ignorar los riesgos que amenazan nuestro futuro. Junto a las posibles guerras y conflictos, el Cambio Climático es uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos. Sus consecuencias ya son palpables: aumento de las temperaturas, fenómenos meteorológicos extremos, subida del nivel del mar, escasez de recursos… Estos impactos afectarán profundamente a nuestra forma de vida y tendrán un alto coste económico y social.

La magnitud de este coste dependerá de nuestras acciones. Cuanto más tardemos en actuar, más caro nos saldrá. La transición hacia una economía sostenible requiere un esfuerzo colectivo, una transformación profunda de nuestros sistemas de producción y consumo, y un compromiso firme por parte de todos los actores implicados: gobiernos, empresas, ciudadanos. La realidad, por dura que sea, no debe desanimarnos.

Al contrario, debe impulsarnos a redoblar nuestros esfuerzos para construir un futuro sostenible para las generaciones presentes y futuras. La alternativa, simplemente, no es una opción.

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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