Últimamente, la fascinación por la inteligencia artificial ha alcanzado cotas estratosféricas. Artículos, noticias y opiniones inundan la red, profetizando un futuro donde las IA no solo realizan tareas complejas, sino que también nos lideran, dirigen equipos e incluso toman decisiones que impactan nuestras vidas.

Se habla con entusiasmo de sus crecientes capacidades cognitivas, de su supuesto entendimiento del comportamiento humano… Pero yo, sinceramente, me bajo del tren del hype. Y la razón es simple: una IA, por muy sofisticada que sea, no siente como una persona humana.

Se nos dice que la IA puede «entender» a las personas. Que puede analizar datos, procesar lenguaje y predecir comportamientos con una precisión asombrosa. De acuerdo, lo compro. Pero de ahí a afirmar que comprende las emociones, las motivaciones y las complejidades del ser humano hay un abismo.

Puede aprender a imitar las reacciones, a simular la empatía, incluso a generar respuestas que parezcan genuinamente humanas. Pero se trata precisamente de eso: una imitación, un aprendizaje superficial. No hay una experiencia vivida, una conexión emocional real. No hay, en definitiva, humanidad.

Dirigir personas no es simplemente procesar datos y optimizar resultados. Es mucho más que eso. Implica entender las dinámicas de un equipo, las fortalezas y debilidades de cada individuo, sus aspiraciones, sus miedos. Requiere adaptarse a circunstancias cambiantes, gestionar conflictos, motivar en momentos de dificultad, celebrar los éxitos. Y todo ello, bañado en una buena dosis de inteligencia emocional, de esa capacidad tan humana de conectar con el otro, de comprender sus necesidades y de inspirar confianza.

Un buen líder se interesa por los resultados, sí, pero también, y de manera crucial, por las personas que los consiguen. Se preocupa por su bienestar, por su desarrollo profesional, por crear un ambiente de trabajo positivo y productivo.

Un directivo que se centra únicamente en los números, que trata a su equipo como simples engranajes de una máquina, está condenado al fracaso. Sin empatía, sin esa conexión humana, la motivación se desvanece, la creatividad se ahoga y el rendimiento, a la larga, se resiente.

Recuerdo que hace años, en un curso de liderazgo, nos insistían en la importancia del equilibrio entre la orientación a resultados y la orientación a las personas. Parecía una obviedad, pero es una obviedad que, en la era de la IA, conviene recordar. Porque en esta carrera desenfrenada por automatizarlo todo, corremos el riesgo de olvidar lo esencial: que las empresas las forman personas, y que las personas necesitan algo más que algoritmos y métricas.

La IA puede ser una herramienta extraordinaria. Puede ayudarnos a analizar datos, a automatizar tareas repetitivas, a optimizar procesos. Puede, en definitiva, liberarnos de cargas de trabajo para que podamos dedicarnos a lo verdaderamente importante: liderar, inspirar, conectar. Pero de ahí a pretender que una IA nos dirija, hay un salto que, a mi juicio, es insalvable.

No dudo de que la tecnología seguirá avanzando, y que la IA nos sorprenderá con nuevas capacidades. Pero hay aspectos de la experiencia humana, como la empatía, la intuición, la creatividad, que dudo mucho que una máquina pueda replicar. Y son precisamente esos aspectos los que hacen que un líder sea efectivo, los que le permiten conectar con su equipo y alcanzar objetivos comunes.

En un mundo cada vez más complejo y cambiante, necesitamos líderes que sean capaces de navegar por la incertidumbre, de tomar decisiones difíciles, de inspirar confianza y de guiar a sus equipos hacia el éxito. Necesitamos líderes que sean, ante todo, humanos. Dejemos que la IA se encargue de las tareas para las que está diseñada, y reservemos el liderazgo a quienes tienen la capacidad, la experiencia y la sensibilidad para ejercerlo.

Dejemos de lado las fantasías futuristas y centrémonos en lo que realmente importa: las personas. Porque, al final del día, son las personas las que hacen que las cosas sucedan. Todo lo demás, como decía mi abuelo, son historias.

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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