Las redes 5G se están desplegando a lo largo y ancho del globo, prometiendo velocidades de vértigo y una latencia mínima. Mientras tanto, en los laboratorios de investigación, ya se está gestando la próxima generación de conectividad: el 6G. Pero, ¿realmente necesitamos el 6G en el futuro cercano? ¿O se trata de un avance tecnológico impulsado más por el marketing que por una necesidad real?

La promesa del 6G es tentadora: velocidades de datos hasta 100 veces superiores a las del 5G, latencia ultra baja, mayor densidad de dispositivos conectados, mayor confiabilidad, eficiencia energética mejorada, integración con tecnologías emergentes como la IA y la computación cuántica, cobertura mejorada y mayor seguridad. Un auténtico festín tecnológico que abre la puerta a aplicaciones hoy inimaginables.

Sin embargo, si analizamos las necesidades reales de los usuarios y las capacidades del 5G, surge una pregunta fundamental: ¿justifica la realidad actual la inversión y el desarrollo del 6G, al menos a corto y medio plazo?

Pensemos en la velocidad. El 5G ofrece velocidades teóricas de entre 500 Mbps y 1 Gbps. En la práctica, incluso las velocidades promedio superan con creces las necesidades de la mayoría de las aplicaciones móviles. La mayoría de las apps funcionan perfectamente con 20 Mbps, una cifra muy por debajo de lo que ofrece el 5G. Incluso el streaming de video en 4K requiere alrededor de 15 Mbps. En muchos casos, una conexión 4G decente es más que suficiente para satisfacer las necesidades del usuario promedio.

Tomemos como ejemplo los coches autónomos, uno de los argumentos más utilizados para justificar la necesidad del 6G. Estos vehículos contarán con potentes sistemas de procesamiento interno para gestionar la navegación y la toma de decisiones en tiempo real. Para la comunicación con la infraestructura y otros vehículos, la velocidad y la latencia del 5G son, en principio, más que adecuadas.

¿Qué hay de los hologramas, otra de las promesas del futuro tecnológico? La transmisión de un holograma requiere, en esencia, el envío de dos señales de video en 4K simultáneamente. Una conexión de 30 Mbps, fácilmente alcanzable con el 5G, es suficiente para esta tarea.

El Internet de las Cosas (IoT), con sus miles de millones de dispositivos conectados, tampoco parece requerir el 6G en el corto plazo. Una red 4G robusta y bien implementada puede gestionar la mayoría de las aplicaciones IoT actuales y futuras, desde sensores domésticos hasta dispositivos industriales.

Incluso el metaverso, esa visión futurista de mundos virtuales interconectados, no exige las capacidades del 6G, al menos no en su concepción actual. Los expertos estiman que el metaverso requerirá velocidades de entre 500 Mbps y 1 Gbps, precisamente lo que el 5G ya ofrece.

Entonces, ¿cuál es la razón de la carrera hacia el 6G? Si las necesidades actuales y las proyecciones a corto plazo no justifican un salto tecnológico tan significativo, ¿qué impulsa esta investigación y desarrollo?

Una posible respuesta, aunque cínica, es que la industria tecnológica necesita constantemente nuevas narrativas para impulsar la innovación y el consumo. El 6G se presenta como la próxima gran revolución, aunque sus beneficios reales para el usuario promedio aún no estén claros. Se crea una necesidad artificial para justificar la inversión y el desarrollo de una tecnología que, al menos por ahora, parece más una solución en busca de un problema que una respuesta a una demanda real.

Es posible que en el futuro, a medida que surjan nuevas aplicaciones y tecnologías, el 6G se convierta en una necesidad. Quizás la computación cuántica a gran escala, la realidad virtual inmersiva con múltiples usuarios o la telepresencia holográfica requieran las capacidades del 6G. Pero hoy, la justificación para su desarrollo parece más impulsada por el ciclo de la innovación constante y la necesidad de estar a la vanguardia que por una demanda real del mercado.

En definitiva, el 6G es una promesa fascinante, pero su necesidad a corto y medio plazo es, cuanto menos, cuestionable. El 5G ofrece un amplio margen de mejora y una capacidad más que suficiente para las aplicaciones actuales y las previsibles en el futuro próximo. El tiempo dirá si el 6G es una verdadera revolución o simplemente un paso prematuro en la evolución de las comunicaciones.

Así es como funciona el mundo queridos amigos

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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