En un rincón de Francia, una nueva startup llamada Aerleum está trabajando en algo que suena casi a ciencia ficción: extraer dióxido de carbono (CO2) del aire o de procesos industriales y transformarlo en metanol, un combustible que podría ser usado en barcos o incluso convertirse en combustible para la aviación.
Esta idea no es nueva. En la última década, muchas empresas han estado desarrollando tecnologías para capturar CO2 y darle una segunda vida como materia prima para combustibles sostenibles. Sin embargo, hasta ahora, el gran obstáculo ha sido convertir esas ideas en soluciones viables tanto desde un punto de vista técnico como económico.
Aerleum asegura tener un as bajo la manga. Según la empresa, su tecnología utiliza un reactor con un material esponjoso capaz de absorber CO2 de forma eficiente. En poco más de una hora, este sistema logra convertir el gas capturado en metanol, un proceso que, si se escala adecuadamente, podría representar un avance significativo en la transición hacia combustibles más limpios.
Para demostrar que su proceso funciona, están construyendo una estación piloto que producirá aproximadamente 3.800 litros de metanol al mes. Pero su verdadera ambición es mucho mayor: construir una planta capaz de generar 300.000 litros de combustible al año para 2030, y hacerlo a un precio competitivo con el keroseno.
El metanol y otros combustibles sostenibles están ganando protagonismo en sectores como el transporte marítimo y la aviación. Estos sectores son especialmente difíciles de descarbonizar debido a la densidad energética que requieren sus combustibles. En el caso de la aviación, el keroseno sigue siendo el estándar, pero su impacto ambiental es considerable.
Hoy en día, los combustibles sostenibles para aviación cuestan hasta diez veces más que el keroseno, lo que los hace económicamente inviables para un uso generalizado. El objetivo de Aerleum, reducir estos costos al nivel del keroseno convencional, es ambicioso, pero también esencial si queremos que estas tecnologías sean adoptadas masivamente.
Aunque la propuesta de Aerleum suena prometedora, no están solos en esta carrera. Muchas otras startups y empresas establecidas están desarrollando tecnologías similares con la esperanza de capturar y reutilizar CO2 en cantidades masivas. Algunas tienen metas impresionantes, como la de Climeworks de eliminar millones de toneladas de CO2 al año hacia finales de esta década.
Sin embargo, cuando ampliamos el panorama, nos damos cuenta de que estas cifras, aunque impresionantes, son solo una gota en el océano del problema climático. Según estimaciones de expertos, para mitigar los peores efectos del cambio climático, necesitaríamos capturar 10 billones de toneladas de CO2 al año para 2050. Este número es casi inconcebible y nos recuerda la magnitud del desafío al que nos enfrentamos.
Es fácil emocionarse con proyectos como el de Aerleum. Son innovadores, ambiciosos y ofrecen una solución tecnológica al problema del cambio climático. Pero hay una verdad incómoda que no podemos ignorar: ninguna tecnología futura podrá compensar totalmente la necesidad de reducir las emisiones hoy.
El enfoque en soluciones tecnológicas a menudo actúa como una distracción. Nos permite postergar decisiones difíciles bajo la promesa de un futuro brillante en el que todos nuestros problemas se resolverán gracias a la innovación. Lanzamos la «pelota» hacia el año 2030 o 2050, mientras seguimos con nuestras actividades de siempre, como si el tiempo estuviera de nuestro lado.
Esta actitud no solo es torpe, sino peligrosa. Nos estamos quedando sin tiempo para revertir los peores efectos del cambio climático, y cada tonelada de CO2 que emitimos hoy será un peso extra para las generaciones futuras.
¿Una luz al final del túnel o una ilusión?
Volviendo a Aerleum, su objetivo de producir metanol a bajo costo y en grandes cantidades es, sin duda, digno de admiración. Si logran cumplir sus promesas, merecen un «chapeau» bien grande, como dirían los franceses. Pero la realidad es que, incluso si tienen éxito, este tipo de soluciones serán solo una pieza del rompecabezas.
Necesitamos tecnologías de captura y reutilización de CO2, pero también necesitamos políticas más estrictas para reducir las emisiones en la fuente. Y, sobre todo, necesitamos un cambio profundo en cómo concebimos el crecimiento y el progreso. No podemos seguir apostando todo a soluciones futuras mientras seguimos contaminando sin reparos.
El caso de Aerleum es un recordatorio de que las soluciones tecnológicas son esenciales, pero no suficientes. Es admirable que empresas como esta trabajen para enfrentar uno de los mayores desafíos de nuestra era. Pero no podemos sentarnos a esperar.
La única forma de evitar un desastre climático es reducir drásticamente nuestras emisiones ahora, no en 2030 ni en 2050. El futuro de nuestro planeta depende de que dejemos de ver la sostenibilidad como un problema que puede ser resuelto únicamente con tecnología, y comencemos a tratarlo como una prioridad urgente que requiere cambios inmediatos en cómo vivimos, producimos y consumimos.
Y esto es lo que casi nadie quiere hacer. Lanzamos la “pelota” hacía el año 2030 o el 2050 para seguir engañándonos con una solución tecnológica futura, y así dejar que pase el tiempo mientras nos dedicamos a nuestros negocios de siempre.
Que torpes y miopes somos !!!