Cuando nos movemos por un supermercado, entre pasillos repletos de productos y carritos rebosantes, pocos se detienen a pensar en la humilde etiqueta de precio. Sin embargo, este elemento, aparentemente trivial, está experimentando una transformación silenciosa pero profunda: la transición del formato analógico al digital.
Durante décadas, las etiquetas de precio impresas en papel han reinado en las góndolas de los supermercados. Cambiar el precio de un producto implicaba un proceso tedioso y manual: imprimir nuevas etiquetas, despegar las antiguas y colocar las nuevas, una a una. Este sistema, aunque funcional, es ineficiente, propenso a errores y costoso a largo plazo.
En la era digital, donde la información fluye a la velocidad de la luz, este sistema tradicional se ha vuelto obsoleto. La solución reside en las etiquetas digitales de precios (Electronic Shelf Labels o ESL, por sus siglas en inglés). Estas pequeñas pantallas, conectadas inalámbricamente a un sistema centralizado, permiten actualizar los precios de forma instantánea, eficiente y con un mínimo esfuerzo.
Aunque su desarrollo comenzó en la década de 1980, las etiquetas digitales de precios no han alcanzado la madurez tecnológica y la viabilidad económica hasta finales de la década de 2000 y principios de la de 2010. Desde entonces, su adopción ha experimentado un crecimiento importante, impulsada por la búsqueda constante de eficiencia y la feroz competencia en el sector retail.
La decisión de Walmart, gigante indiscutible del comercio minorista, de implementar etiquetas digitales de precios en sus más de 2.300 tiendas en Estados Unidos para 2026 no es casualidad. Este movimiento marca un antes y un después en la industria, consolidando las etiquetas digitales como el nuevo estándar y animando a otras cadenas a seguir su ejemplo.
Las ventajas de las etiquetas digitales para el retailer son evidentes:
. Eficiencia operativa: La actualización de precios se realiza de forma centralizada, eliminando la necesidad de trabajo manual, reduciendo errores y ahorrando tiempo y recursos.
. Flexibilidad y dinamismo: Las etiquetas digitales permiten ajustar los precios en tiempo real, en función de la demanda, la competencia, la hora del día o incluso el clima.
. Optimización del inventario: La información en tiempo real sobre el stock de productos permite una mejor gestión del inventario, minimizando las pérdidas por productos caducados o la falta de stock.
A pesar de las ventajas evidentes, la implementación de etiquetas digitales de precios no está exenta de desafíos. El coste inicial de la tecnología puede ser un obstáculo para algunos retailers, especialmente los más pequeños. Sin embargo, la reducción de costes a largo plazo, la mejora de la eficiencia y la posibilidad de ofrecer una experiencia de compra superior al cliente hacen que la inversión sea cada vez más atractiva.
Las etiquetas digitales de precios son mucho más que simples pantallas que muestran un precio. Son una puerta abierta a un mundo de posibilidades para la interacción con el cliente, la personalización de la oferta y la creación de una experiencia de compra más inteligente y conectada.
Las etiquetas digitales de precios están ganando terreno rápidamente en los supermercados de todo el mundo. La tecnología sigue evolucionando, con nuevas funciones como la geolocalización, la interacción con el cliente y la integración con aplicaciones móviles.
He leído que algunas personas se quejan de este cambio, puesto que con este sistema el vendedor puede modificar los precios a su voluntad y con total facilidad, pudiendo subir los precios en según a que horas del día, pero también puede hacer lo contrario y realizar “ofertas” rápidas de ciertos productos para disminuir sus stocks.
En definitiva, la revolución de las etiquetas digitales parece que ya está aquí. Y aunque su presencia en los supermercados pueda pasar desapercibida para algunos, su impacto en la forma en que compramos está llamado a ser profundo y duradero.
Todas las tecnologías se van introduciendo sin que en muchos casos, como es este, apenas nos demos cuenta.