Me gusta el mundo de la robótica y sigo desde hace años su evolución, desde los brazos robóticos en las cadenas de montaje hasta los sofisticados robots quirúrgicos. y la sorpresa actual es la gran cantidad de diferentes robots humanoides que aparecen en el mercado. La mayoría de los cuales están en diversas fases de desarrollo.
Su aparición, cada vez más frecuente en ferias y presentaciones, genera una mezcla de asombro y expectación. Sin embargo, desde mi perspectiva, y tras años observando el desarrollo de la robótica, creo que es necesario aterrizar ciertas expectativas y analizar con pragmatismo el verdadero papel de los humanoides en nuestro futuro.
Los robots humanoides gustan a la gente por su parecido con nosotros, pero su utilidad está bastante limitada dentro del enorme mundo de la robótica, y sus aplicaciones prácticas acabarán siendo las que sean, pero no tan numerosas como algunos pregonan a los cuatro vientos.
Es innegable el atractivo que ejercen estas máquinas. Su semejanza con nosotros, su capacidad para imitar nuestros movimientos y gestos, nos lleva a imaginar un futuro donde convivimos con réplicas robóticas que nos asisten en las tareas cotidianas. No obstante, este atractivo estético no debe eclipsar la verdadera esencia de la robótica: la resolución de problemas específicos de manera eficiente y fiable. Y en este aspecto, los robots humanoides, al menos en su estado actual, presentan limitaciones significativas que ponen en duda su supuesta omnipresencia en el futuro.

La forma sigue a la función, un principio básico del diseño, y en robótica se cumple a rajatabla. La configuración óptima de un robot depende de la tarea que deba realizar. Si observamos la industria, donde la automatización está más avanzada, encontramos ejemplos claros de esta premisa.
Las empresas de logística, pioneras en la implementación de robots, utilizan mayoritariamente sistemas basados en ruedas o raíles para el transporte de mercancías. ¿Por qué? Sencillamente, porque son más eficientes, robustos y menos complejos que un sistema bípedo. Desplazarse sobre ruedas requiere menos energía, ofrece mayor estabilidad y simplifica el diseño y control del robot.
Este mismo razonamiento se aplica a la mayoría de los entornos industriales. Un brazo robótico articulado, por ejemplo, es mucho más eficaz para soldar, pintar o ensamblar piezas que un robot humanoide. La forma humana, aunque atractiva, introduce una complejidad innecesaria que dificulta la optimización del proceso.
Si bien es cierto que los robots humanoides pueden encontrar aplicaciones concretas en algunos nichos, como la asistencia a ciertas personas mayores o la realización de tareas en entornos peligrosos, su alcance, en mi opinión, será limitado.
Me resulta especialmente llamativo, y un tanto desconcertante, el discurso de ciertos “expertos” que predicen un futuro donde los robots humanoides serán un elemento habitual en nuestros hogares. Imaginan un mayordomo robótico que nos prepara el desayuno, limpia la casa y cuida de los niños. Sin embargo, estas visiones futuristas parecen estar más influenciadas por la ciencia ficción que por un análisis realista de las necesidades y las posibilidades tecnológicas.
¿Realmente necesitamos un robot humanoide para aspirar el suelo o poner la lavadora? Las soluciones actuales, como los robots aspiradores o las lavadoras inteligentes, ya ofrecen un alto grado de automatización sin necesidad de recurrir a complejas y costosas estructuras humanoides. Además, la interacción con un robot humanoide en el hogar plantea numerosos desafíos, desde la seguridad hasta la privacidad, que aún están lejos de ser resueltos de forma satisfactoria.
Al final, como en casi todos los ámbitos de la vida, la realidad se impone. Las decisiones se basan en la eficiencia, la fiabilidad y el coste. Y en la mayoría de los casos, la solución más pragmática no tiene nada que ver con un robot humanoide. Quizás en un futuro lejano, con avances tecnológicos que hoy ni siquiera podemos imaginar, los robots humanoides pudieran llegar a ser una parte de nuestras vidas.
Pero por ahora, y desde una perspectiva realista, su papel parece más cercano a la fantasía que a una verdadera revolución tecnológica en nuestro día a día. La robótica seguirá avanzando, sin duda, pero la forma que adopte estará determinada por la función que deba cumplir, no por nuestros deseos de replicarnos a nosotros mismos en metal y silicio.
Al menos esto es lo que yo pienso.