Un escalofrío recorre la columna vertebral de la industria automotriz alemana. Volkswagen, el gigante de Wolfsburgo, ha anunciado la posible clausura de dos de sus plantas en Alemania. La noticia, que ha caído como una bomba en el seno de la economía germana, pone de manifiesto la profunda crisis estructural que atraviesa el sector automotriz tradicional ante el imparable avance del coche eléctrico. Y es que, mientras los fabricantes europeos dormían en los laureles de la combustión, el dragón chino despertaba, electrificando no solo sus carreteras, sino también el futuro de la movilidad.

El argumento esgrimido por Volkswagen, la supuesta caída en las ventas de automóviles tras la pandemia, no se sostiene. El mercado no ha desaparecido, se ha transformado. El consumidor, cada vez más concienciado con el medio ambiente y atraído por las prestaciones de los vehículos eléctricos, ha cambiado sus preferencias.

Sin embargo, la industria automotriz tradicional, especialmente en Europa y USA, ha reaccionado con lentitud, aferrándose a la rentabilidad de los motores de combustión y mostrando cierta reticencia a la hora de invertir en la innovación y desarrollo de tecnologías eléctricas.

Esta falta de visión estratégica tiene un alto precio: la pérdida de competitividad. Mientras Volkswagen se plantea cerrar fábricas, las empresas chinas, con BYD a la cabeza, lideran la producción y venta de vehículos eléctricos a nivel global. Estas empresas, con el apoyo del gobierno chino y una decidida apuesta por la innovación, han sabido anticiparse al cambio de paradigma en la movilidad, desarrollando tecnologías propias y creando un ecosistema completo alrededor del coche eléctrico, desde la producción de baterías hasta las infraestructuras de carga.

La situación de Volkswagen es un síntoma de la enfermedad que aqueja a gran parte de la industria automotriz europea: la resistencia al cambio en un mundo que se transforma a velocidad de vértigo. La dependencia del motor de combustión, la falta de inversión en I+D+i y la incapacidad para adaptarse a las nuevas demandas del mercado han puesto en jaque a un sector que durante décadas fue motor económico de Alemania y de Europa.

La sombra del cierre de las plantas de Volkswagen se cierne sobre miles de trabajadores y sus familias. La producción de vehículos eléctricos requiere un 30% menos mano de obra que la de los tradicionales, lo que se traduce en una potencial destrucción de empleo masivo en un sector que ya empieza a sentir el impacto de la automatización y la robotización.

Ante este panorama, la pregunta es clara: ¿qué futuro le espera a la industria automotriz europea, y en particular a Volkswagen, si no se adapta al cambio? La respuesta es compleja y requiere de acciones contundentes por parte de todos los actores implicados.

El camino creo que solo es uno, el cambio rápido, y la industria automotriz debe de tomar un nuevo rumbo y debe:

. Acelerar la transición hacia la electrificación: No se trata solo de fabricar coches eléctricos, sino de crear un ecosistema completo que los haga viables: infraestructuras de carga, desarrollo de baterías más eficientes y sostenibles, y un marco regulatorio que fomente la adopción de esta tecnología.

. Invertir en innovación y desarrollo tecnológico: Es crucial destinar recursos a la investigación de nuevas tecnologías en el campo de la electromovilidad, la conducción autónoma y la conectividad, áreas donde Europa se está quedando rezagada.

. Apostar por la formación y la reconversión de la mano de obra: Es fundamental preparar a los trabajadores del sector para los nuevos perfiles profesionales que demandará la industria del futuro, ofreciendo programas de formación en áreas como la electrónica, la informática o la gestión de datos.

. Fomentar la colaboración público-privada: La transición hacia la electromovilidad requiere de un esfuerzo conjunto entre gobiernos, empresas y centros de investigación para crear un marco regulatorio favorable, impulsar la inversión en infraestructuras y facilitar el acceso a la financiación.

La crisis de Volkswagen es una llamada a la acción para la industria automotriz europea y la norteamericana. El futuro de la movilidad es eléctrico, conectado y en parte autónomo. Adaptarse a esta nueva realidad no es una opción, es una necesidad para garantizar la supervivencia del sector y preservar el tejido industrial y el empleo en Europa.

Los lamentos, las manifestaciones, las declaraciones rimbombantes, etc …. no sirven de nada. Lo que sirve es el trabajo serio y el cambio urgente de dirección de una industria tan importante como la automovilística.

De momento los chinos van por delante, pero hay conocimiento y tecnología para hacer muchas cosas y aún estamos a tiempo de reaccionar.

Y la pregunta es: Lo haremos ???

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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