En el frenesí por la sostenibilidad, la inversión en fondos «verdes» se ha disparado. La gente busca oportunidades de inversión alineadas con sus valores, y la promesa de un futuro ecológico parece irresistible. Sin embargo, un análisis realizado por The Guardian y otros medios desvela una realidad preocupante: muchos de estos fondos están utilizando el «greenwashing» para ocultar sus inversiones en proyectos que, en realidad, financian a las industrias de combustibles fósiles.
La imagen de la sostenibilidad que algunos fondos de inversión proyectan, se desmorona al verse la realidad de las inversiones que realizan. Un ejemplo, como el que ha salido a la luz recientemente, muestra cómo fondos promocionados como «sostenibles» financian masivamente proyectos de las mayores compañías petroleras, alcanzando cifras superiores a los 33 billones de dólares. ¿Cómo es posible que esto ocurra y la gente se lo crea?
El problema va más allá de la simple falta de transparencia. En muchos casos, los gestores de estos fondos actúan con una irresponsabilidad asombrosa. Mienten descaradamente a los inversores que confían en ellos para invertir en «proyectos sostenibles» que, en la práctica, no lo son. Y, lo que es más grave, no hay consecuencias. Ni sanciones, ni multas, ni un simple «tirón de orejas» para los implicados.
El periodismo de investigación, y en este caso el del periódico The Guardian, ha desempeñado un papel crucial en sacar a la luz estas prácticas. Nos encontramos con historias como la del fondo Sustainable Global Stars, al que se le reprochaba su actuación. La respuesta de la gestora fue, simplemente, eliminar la palabra «sostenible» del nombre del fondo. ¿Es esta la manera en que se debe abordar un problema de esta magnitud? ¿En qué queda la credibilidad de los inversores?

Esta situación nos lleva a una pregunta fundamental: ¿Por qué nuestras autoridades monetarias no actúan con mayor contundencia ante estos desmanes? ¿Acaso no tienen la obligación de vigilar y controlar las inversiones de los fondos, especialmente los que se autodenominan «sostenibles»? Su inacción, o su aparente pasividad, contribuye a la sensación de que hay un acuerdo tácito que permite estas prácticas engañosas.
Mi propia experiencia, aunque modesta, me lleva a constatar esta preocupación. Con una muy pequeña participación en un fondo de este tipo, me encuentro con la necesidad de solicitar información sobre sus inversiones, aunque tengo claro que probablemente no obtenga la transparencia que deseo. El temor a ser engañado es palpable.
El trabajo de investigación que han realizado periodistas de investigación como The Guardian es crucial. Es un faro en medio de una oscuridad que amenaza con ocultar las verdaderas consecuencias de algunas inversiones en nombre de la sostenibilidad. Deberían ser las autoridades monetarias, no los medios de comunicación, quienes lleven a cabo este control. Su labor debería centrarse en evitar que los ciudadanos sean víctimas de estas artimañas, estableciendo regulaciones estrictas y vigilando el cumplimiento de las normas.
¿Qué nos dice este panorama? Nos muestra una clara falta de control regulatorio en el ámbito de la inversión sostenible. A la vez, denuncia la falta de responsabilidad de algunos gestores de fondos. Sin un mecanismo de control eficiente y sanciones ejemplares para las entidades implicadas, el futuro de la inversión sostenible parece turbio.
No se trata solo de una cuestión financiera. Se trata de una cuestión de valores, de confianza en el sistema y de proteger el planeta. Exigimos transparencia, responsabilidad y medidas contundentes por parte de las autoridades, para evitar que se siga utilizando la sostenibilidad como una fachada para ocultar prácticas que, en última instancia, perjudican al medio ambiente y a los inversores.
Los responsables deben ser llamados a cuentas, y el periodismo de investigación debe seguir haciendo su trabajo para mantener la presión sobre ellos. La tarea ahora es doble: las autoridades deben actuar y los inversores deben exigir información veraz.
Repito mi felicitación a la labor de investigación realizada.