Es innegable: nos encontramos en una época donde la información fluye a raudales. Sin embargo, esta supuesta ventaja se ve empañada por un enemigo silencioso y peligroso: la desinformación.
No se trata de un fenómeno nuevo, pero su alcance y sofisticación han alcanzado niveles alarmantes, como lo confirma el Panel Internacional sobre el entorno de la información (IPIE). Este organismo ha señalado directamente a los dueños de las redes sociales, políticos y gobiernos como los principales responsables de la dificultad para acceder a noticias fiables.
Basta con echar un vistazo a nuestros muros en redes sociales o a las declaraciones de ciertos líderes políticos para comprobar la veracidad de esta afirmación. La mentira se disfraza de verdad y se propaga a la velocidad de un clic, creando una atmósfera de confusión y desconfianza generalizada.
Hoy estamos bajo el poder absoluto de los algoritmos
Las redes sociales, con su promesa de conexión e información, se han convertido en el escenario predilecto para la proliferación de la desinformación. Y la responsabilidad recae en gran medida en sus dueños, quienes ejercen un control absoluto sobre lo que se publica y se visualiza.
Mark Zuckerberg en Facebook, Elon Musk en X (antes Twitter) o el gobierno chino en TikTok, a pesar de las negativas de su CEO, actúan como guardianes de la información que a ellos les conviene, manipulando los algoritmos a su antojo para favorecer intereses particulares o agendas políticas.
El resultado es una realidad fragmentada, donde cada usuario recibe una versión sesgada de los acontecimientos, filtrada por algoritmos diseñados para mantenerlo conectado, consumiendo y, en última instancia, siendo manipulado.
La inteligencia artificial: ¿aliada o enemiga?
Y como si la situación actual no fuera lo suficientemente preocupante, los expertos alertan sobre un futuro aún más complejo. La inteligencia artificial (IA), con su capacidad para generar contenido de manera autónoma, se presenta como una herramienta poderosa en las manos equivocadas.
Imaginen la capacidad de crear noticias falsas, videos manipulados o discursos falsos, con un realismo tal que resulte imposible distinguirlos de la realidad. Esta posibilidad, lejos de ser ciencia ficción, está a la vuelta de la esquina.
¿Qué podemos hacer?
Ante este panorama desolador, es fácil caer en la resignación. Sin embargo, la lucha contra la desinformación es un desafío que nos concierne a todos. Es vital fomentar el pensamiento crítico, verificar la información antes de compartirla y apoyar a medios de comunicación independientes y rigurosos.
Es necesario exigir a los gobiernos que implementen marcos legales que regulen la actividad de las plataformas digitales sin coartar la libertad de expresión. Asimismo, se debe presionar a las empresas tecnológicas para que asuman su responsabilidad en la lucha contra la desinformación, implementando mecanismos de control y transparencia en el funcionamiento de sus algoritmos.
Y algo muy importante, debemos de apoyar a los medios de comunicación serios y veraces, que los hay, para que puedan seguir existiendo e informando con honestidad de la realidad que nos rodea.
La desinformación es una amenaza real para la democracia y la convivencia pacífica. Debemos tomar conciencia de su gravedad y actuar en consecuencia, antes de que sea demasiado tarde. No permitamos que las mentiras ahoguen la verdad y la razón.
Todos tenemos nuestro granito de arena que aportar.