La globalización, con sus luces y sombras, ha acelerado la transferencia de prácticas, no siempre beneficiosas, a través de las fronteras. Una de estas prácticas, originada en el ámbito anglosajón, es el «fire-and-rehire» ( despide y recontrata ), un eufemismo que esconde una realidad laboral sombría: el despido de trabajadores para su posterior recontratación bajo condiciones laborales más precarias. Este fenómeno, lejos de ser anecdótico, se está extendiendo como una plaga silenciosa, erosionando derechos laborales conquistados durante décadas de lucha social.
El mecanismo del «fire-and-rehire» es tan simple como despiadado. Las empresas, con el único objetivo de engrosar sus beneficios a costa de los trabajadores, ejecutan despidos masivos, a menudo justificados con argumentos vagos como «reestructuraciones» o «optimización de recursos». Posteriormente, ofrecen a algunos de los despedidos la posibilidad de reincorporarse a la empresa, pero con salarios más bajos, reducción de jornada, pérdida de antigüedad e incluso degradación de categoría profesional.
Esta práctica, aunque legal en muchos países, resulta éticamente reprobable por múltiples razones. En primer lugar, supone una violación flagrante del principio de buena fe contractual, que debe regir las relaciones laborales. Las empresas rompen unilateralmente el contrato, sin causa justificada, generando un clima de inseguridad y desconfianza entre sus empleados.
En segundo lugar, el «fire-and-rehire» ahonda la brecha salarial y aumenta la precariedad laboral. Los trabajadores, ante la amenaza de un despido definitivo, se ven obligados a aceptar condiciones leoninas, perdiendo poder adquisitivo y estabilidad económica.
El «fire-and-rehire» se ceba especialmente en grandes empresas con sólida capacidad financiera, capaces de asumir el coste de los despidos y afrontar posibles demandas judiciales. La presión de los accionistas por maximizar beneficios a corto plazo, sin importar el coste social, es el principal motor de esta práctica. En este escenario, los trabajadores, convertidos en meros números dentro de una hoja de cálculo, ven vulnerados sus derechos y dignidad.
Las consecuencias del «fire-and-rehire» trascienden el ámbito individual y afectan al conjunto de la sociedad. El debilitamiento de los sindicatos y la desregulación del mercado laboral, impulsada por políticas neoliberales, han creado un caldo de cultivo propicio para este tipo de abusos. La precariedad laboral genera un círculo vicioso: reduce el consumo, lastra el crecimiento económico y aumenta la desigualdad social.
Esta moda empezó en los USA, y se está extendiendo por el mundo adelante. Ha llegado a UK y de ahí pasará al resto de Europa. Porqué será que lo que beneficia a los más poderosos, los otros que también lo son, les imitan con una gran prontitud.
Es imperativo que los gobiernos tomen cartas en el asunto y pongan freno al «fire-and-rehire». Es necesario fortalecer la legislación laboral, tipificando como delito esta práctica abusiva e imponiendo sanciones ejemplares a las empresas que la implementen. Del mismo modo, es fundamental promover la negociación colectiva y fortalecer los sindicatos, dotándolos de herramientas para defender eficazmente los derechos de los trabajadores.
La lucha contra el «fire-and-rehire» exige la implicación de toda la sociedad. Los consumidores, a través del consumo responsable, pueden ejercer presión sobre las empresas que vulneran los derechos laborales. Los medios de comunicación, por su parte, tienen la responsabilidad de denunciar estas prácticas y visibilizar las consecuencias nefastas que tienen para los trabajadores y la sociedad en su conjunto.
En definitiva, el «fire-and-rehire» es una práctica empresarial deplorable que debe ser erradicada. La dignidad de los trabajadores y la justicia social están en juego. Es hora de plantarle cara a este abuso y construir un modelo económico más justo y equitativo, donde prime el bienestar de las personas por encima de la codicia empresarial.
No podemos aceptar sin más los abusos de los más poderosos.