El mundo, a pesar de algunos intentos de resistencia, está girando decididamente hacia las energías renovables. Y la razón es, como suele suceder, muy simple: la economía. Por mucho que algunos intenten convencernos de lo contrario, la lógica de la inversión, la eficiencia y la rentabilidad están abriendo el camino a un futuro impulsado por el sol y el viento.
La afirmación de que «el mundo necesita petróleo» se desmorona cada día que pasa. Las energías renovables, tanto la solar como la eólica, se han vuelto económicamente competitivas, e incluso superadoras, en muchos lugares del mundo. Ya no es un argumento de idealismo o ecología, sino una ecuación matemática. La producción de energía solar y eólica es cada vez más barata que la obtenida a partir de combustibles fósiles.
Este fenómeno no es una casualidad. La tecnología avanza a pasos agigantados, los costes de las placas solares y los aerogeneradores siguen bajando, y las baterías, fundamentales para almacenar la energía generada durante el día o en momentos de baja intensidad eólica, están experimentando una disminución continua de precio y un aumento notable en su capacidad de carga.
Es una bola de nieve que baja por la ladera de la eficiencia económica. El «drill baby drill» del Sr. Trump, simplemente, se ha convertido en una reliquia del pasado, una tontería sin futuro. Las empresas petroleras que continúan aferradas a este modelo, probablemente estén destinadas a un futuro menos brillante en un mercado que ya está cambiando.
La inversión en energías renovables no es un capricho, es una estrategia de futuro. Los países y las empresas inteligentes se están dando cuenta de que el cambio está aquí. Ya hay numerosos ejemplos de países que han superado el 50% de generación de energía a partir de fuentes renovables y la cifra crece constantemente. Esto indica un cambio de paradigma, una toma de conciencia que va más allá de las declaraciones políticas. El respaldo popular a las energías renovables también crece con el tiempo.

Pero, ¿significa esto que las energías renovables lo solucionan todo? Claro que no. No es una panacea. El reto está en la integración de estas nuevas fuentes en los sistemas energéticos existentes. Necesitamos sistemas de respaldo para momentos de poca luz solar o viento. Es aquí donde entran en juego las baterías, las plantas de almacenamiento y otros mecanismos que garanticen la continuidad del suministro. Estos son los desafíos que se deben enfrentar y los retos que hay que asumir.
El cambio no se limita al sector energético. La evolución hacia el coche eléctrico es otra muestra clara de la inexorable tendencia de nuestro tiempo. Los chinos han sido, por ejemplo, unos pioneros en este campo, y sus empresas dominan el mercado. La necesidad de una mayor autonomía energética y de un desarrollo sostenible impulsó un movimiento de esta índole, lo que indica una tendencia global.
En este contexto, Europa corre el riesgo de quedarse rezagada. La transición energética requiere una apuesta decidida por las energías renovables, la investigación y el desarrollo. Hay una ventana de oportunidad para que Europa tome la iniciativa, lidere la innovación y no se quede atrás en la carrera por un futuro energético más sostenible. Si no lo hace, pagaremos las consecuencias, tanto en términos económicos como estratégicos.
El futuro energético, así como el del automóvil, se está dibujando, y de nosotros depende saber orientarnos en la dirección correcta. La transición energética es un proceso complejo, pero la economía actual nos está mostrando el camino.
En definitiva, el Sr. Trump y sus seguidores pueden seguir defendiendo las viejas tecnologías y los combustibles fósiles. Pero el mundo, con la fuerza de la economía y la innovación, continúa su curso ineludible hacia un futuro impulsado por las energías renovables.
El que no se adapta, se queda atrás. La era de las renovables ha llegado para quedarse.