La noticia, aunque no sorprenda a quienes siguen de cerca los avances en inteligencia artificial, ha resonado con fuerza: la ONU alerta de que la IA puede afectar al 40% de los trabajos en el mundo. Un dato que, más que un simple pronóstico, se presenta como una realidad tangible que requiere una respuesta inmediata y global.

No se trata de un futuro lejano. Las previsiones apuntan a un mercado de la IA que puede alcanzar los 5 trillones de dólares para 2033, una cifra astronómica que nos obliga a preguntarnos qué implicaciones tendrá esta explosión tecnológica en nuestra sociedad y, sobre todo, en el mercado laboral.

El propio Bill Gates ha expresado su preocupación en este sentido, instando a los líderes mundiales a tomar la IA con la seriedad que merece y a establecer regulaciones que garanticen un desarrollo ético y responsable. Y aquí radica el núcleo del problema: la IA no solo está cambiando el juego, sino que está haciendo que el tablero mismo sea completamente diferente.

A diferencia de otras revoluciones tecnológicas que afectaron principalmente a los trabajadores manuales, esta vez la IA se dirige directamente a los sectores de cuello blanco, a las personas con estudios superiores y alta formación. Las sociedades más desarrolladas, las más intrincadamente entrelazadas con la tecnología, son las que se verán más afectadas. Este cambio, que potencialmente potencia las fuerzas del capital, corre el riesgo de producir una brecha social sin precedentes.

La desigualdad, ya un problema latente, se agrava con la IA. El informe de la UNCTAD subraya la concentración del acceso a esta tecnología en un puñado de compañías de unos pocos países, principalmente Estados Unidos y China. El 40% de la inversión en I+D de la IA se concentra en apenas 100 empresas, un panorama que dificulta la participación de otras naciones y pone a las empresas de la IA en una posición de ventaja casi insuperable.

                        Foto   IA  MODELO

Imaginar un mundo con menos de 200 países, en donde hay más de 120 de ellos potencialmente al margen del desarrollo de la IA y sus beneficios, y dónde un puñado de corporaciones tienen el control absoluto del proceso. Esto es una realidad mucho más cercana que muchos piensan.

Este desequilibrio de poder y acceso a la tecnología, lejos de ser un problema técnico, es un problema social y político de primer orden. La falta de regulación, la ausencia de un marco ético y la continua lucha por el poder político en lugar de la cooperación, están dejando la sociedad inerme ante un cambio de paradigma. Mientras las empresas líderes en IA se centran en maximizar beneficios, sin importar el impacto social y ético, los políticos parecen más interesados en sus propias disputas que en regular esta nueva tecnología.

Los ciudadanos, entretenidos con sus móviles y las redes sociales, parecen haber perdido la visión global de la situación. La realidad es que todos, en mayor o menor medida, pagaremos las consecuencias.

Este no es un problema que se pueda resolver con parches. Se requiere una acción global concertada, una colaboración internacional para establecer normas y directrices que eviten la concentración del poder y garanticen un desarrollo responsable de la IA.

Se necesita una redistribución del conocimiento y el acceso a la tecnología. Necesitamos un debate público que vaya más allá de las noticias de titulares sensacionalistas y que involucre a la ciudadanía en la discusión de estos temas de crucial importancia.

Es fundamental preguntarse cómo la IA puede usarse para mejorar las vidas de las personas, creando empleo en sectores emergentes, impulsando la productividad en otros, y solucionando problemas globales como la crisis climática o la pobreza. ¿Cómo podemos garantizar que esta tecnología sirva a la humanidad y no al revés?

La IA no es un monstruo que nos amenaza desde el futuro. Es una herramienta poderosa en manos de la humanidad y, en su fase actual, una herramienta controlada por unos pocos. Se trata de un presente que nos exige actuar de manera responsable y con visión de futuro. El tiempo para la acción es ahora.

Y si no lo hacemos, todos pagaremos las consecuencias.

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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