Waymo lleva más de una década desarrollando y perfeccionando sus vehículos autónomos. Es, sin duda, la empresa líder en robotaxis en Occidente. Hasta ahora su actividad se centraba en zonas urbanas de ciudades como Phoenix, San Francisco o Los Ángeles, donde sus coches llevan años circulando sin conductor.
Pero acaba de dar un paso que puede marcar un antes y un después: ampliar su servicio a las autopistas.
Este movimiento no es menor. Las autopistas representan un entorno muy distinto al de una ciudad. Aunque en apariencia son más sencillas —menos peatones, menos giros, menos imprevistos— exigen un nivel muy superior de fiabilidad, seguridad y capacidad de reacción. El reto es muy grande: velocidad alta, tráfico intenso y cero margen de error.
En ciudad un robotaxi puede detenerse ante un imprevisto sin generar un caos inmediato. En cambio, en una autopista, detenerse inesperadamente puede provocar un accidente en cadena o un colapso kilométrico. A velocidades de 100 km/h o más, un fallo en la conducción autónoma no puede permitirse.
Waymo ha trabajado este escenario con la misma filosofía que ha guiado su trayectoria: prudencia extrema y obsesión por la seguridad. Sus coches incorporan un sistema de doble computador redundante. Si uno de los sistemas detecta un fallo, el otro toma el control al instante y dirige el vehículo hacia la salida más cercana para abandonar la autopista sin riesgo.
Este nivel de redundancia es clave para que los reguladores y el público perciban que estos vehículos están preparados para entornos de alta velocidad.
Waymo lleva meses probando trayectos por autopista con pasajeros a bordo en algunas de las ciudades donde opera. Tras validar miles de kilómetros sin incidentes y recopilar datos esenciales, la compañía está lista para liberar el servicio al público.

Lo hará de forma gradual, ciudad por ciudad, siguiendo un modelo prudente pero firme, como ha hecho siempre.
Este paso supone un cambio sustancial. Hasta ahora los viajes urbanos de Waymo, aunque muy seguros, podían ser más largos que un recorrido convencional porque evitaban autopistas.
A partir de ahora, los trayectos serán más rápidos, más eficientes y más útiles para muchos usuarios reales. Además, el circular por autopistas abre la puerta a un objetivo clave: los aeropuertos.
Y este no es un detalle menor. Más del 20% de los viajes de Uber, Lyft y servicios similares están relacionados con traslados hacia o desde un aeropuerto. Es uno de los nichos de mercado más grandes y más rentables del sector de transporte con conductor.
Pero entrar en un aeropuerto no es sencillo. Son entornos saturados, con miles de vehículos en movimiento, zonas de carga y descarga caóticas, carriles superpuestos y decisiones rápidas en espacios muy reducidos.
Si Waymo consigue ofrecer un servicio fiable en estos lugares, habrá demostrado que su tecnología está lista para el gran salto comercial. Y todo apunta a que ese momento está muy cerca.
Waymo ha sido históricamente el referente tecnológico en conducción autónoma, pero también una empresa muy costosa de mantener. Sus inversores llevan más de 10 años financiando su desarrollo con la vista puesta en un futuro que, hasta ahora, se resistía a llegar.
La entrada en autopistas cambia el tablero de juego. Por primera vez, Waymo accede a rutas de mayor volumen y mayor rentabilidad. Si logra escalar su servicio sin incidentes graves, estará más cerca del punto de equilibrio económico, un hito largamente esperado.
Y además, se distanciará de competidores como Zoox que aún está en fase experimental. Waymo no solo quiere liderar la tecnología: quiere liderar el negocio.
Y la clave: mantener la seguridad por encima de todo. Si hay algo que ha caracterizado a Waymo desde sus inicios es su enfoque conservador. Ha avanzado despacio, paso a paso, priorizando la seguridad antes que la velocidad comercial.
Ese enfoque le ha permitido operar durante años sin grandes incidentes en miles de viajes diarios. Si consigue mantener ese nivel de fiabilidad ahora que entra en autopistas y aeropuertos, habrá demostrado que los robotaxis no solo son posibles… sino inevitables.
La conducción autónoma ya no es un experimento futurista. Está aquí, funcionando cada día, y comienza a expandirse a terrenos que hace poco parecían fuera de su alcance.
En muy poco tiempo veremos cómo esta nueva etapa transforma el transporte en las ciudades y más allá. Y ojalá lo haga manteniendo la responsabilidad y el rigor que Waymo ha mostrado hasta ahora.