Hoy vamos a hablar de una de esas noticias que, además de ser curiosa, plantea un debate profundo sobre el futuro que ya estamos viviendo: ¿Se puede multar a un coche autónomo? Y, más importante, ¿quién es el responsable cuando un software comete una infracción?
La anécdota ocurrió recientemente en San Bruno, California. Un coche autónomo de Waymo realizaba su recorrido cuando, ante la sorpresa de unos agentes, ejecutó un giro ilegal. Cuando la policía detuvo el vehículo, se encontraron con una escena que hasta hace poco era impensable: no había nadie al volante.
Tras confirmar el fallo del programa, los policías permitieron que el coche continuara su camino, pero inmediatamente enviaron un informe detallado a Waymo, la empresa gestora de la flota.
Este hecho, sin duda causado por un fallo en el algoritmo de conducción, subraya un punto crucial: en el ecosistema de la conducción autónoma, la única responsable de un incumplimiento de tráfico es la empresa que ha creado y gestiona el software de conducción. Si hay sanción, la paga el programador, no el «conductor» ausente.

Este incidente no es el primero que levanta sospechas sobre la línea de responsabilidad. Hemos visto casos de accidentes, e incluso de víctimas mortales, que involucran a vehículos de Tesla utilizando el modo «Autopilot».
La terminología usada por Tesla es, cuanto menos, ambigua. Al llamar a su sistema Autopilot, sugieren una autonomía total, pero al mismo tiempo recomiendan al conductor mantener las manos en el volante. Esta dualidad legalmente confusa busca diluir la responsabilidad.
Sin embargo, en el caso de un vehículo completamente autónomo como el de Waymo, donde la intervención humana no está prevista, la responsabilidad recae claramente sobre la empresa tecnológica.
Ante la noticia, Waymo reaccionó rápidamente, aportando datos que ponen la situación en perspectiva. La compañía afirma que sus vehículos autónomos han tenido hasta la fecha un 80% menos de incidencias que los coches conducidos por personas. Cosa que parece ser cierta.
Y es que, curiosidades aparte, los coches autónomos han venido para quedarse. Cada día, más empresas ponen flotas a circular en nuestras ciudades, y más municipios se suman a la iniciativa. Los algoritmos, con sus fallos ocasionales, son inherentemente más cautelosos, no se distraen ni experimentan la fatiga humana.
Parece claro que, a pesar de los desafíos legales y éticos, los vehículos autónomos serán una parte fundamental de nuestra movilidad futura, prometiendo calles más seguras y eficientes. La cuestión no es si conducirán, sino cómo les exigiremos responsabilidades cuando lo hagan.
Todo es cuestión de algo de tiempo.