La carrera por dominar el negocio de los taxis autónomos se acelera. Lo que hace pocos años parecía una visión futurista, hoy es un campo de batalla donde grandes tecnológicas, fabricantes de automóviles y empresas de movilidad compiten por liderar el transporte del mañana.
Pero el camino no está siendo fácil. Lograr que un vehículo circule sin conductor de forma segura, legal y rentable requiere una combinación extraordinaria de hardware, software, sensores y gestión operativa.
Y eso solo está al alcance de quienes tienen mucho dinero como Alphabet y otros, o de quienes saben colaborar. Porque un coche sin conductor, tiene mucha tecnología detrás y necesita mucha inversión.
Para que un taxi autónomo funcione, no basta con ponerle cámaras y un ordenador:
. Necesita una arquitectura compleja formada por:
. Sensores Lidar que “leen” el entorno en 3D.
. Cámaras que reconocen objetos, señales y peatones.
. Radar y ultrasonidos para trabajar en malas condiciones de visibilidad.
. Procesadores muy potentes con inteligencia artificial capaces de analizar millones de datos por segundo.
. Un software de conducción autónoma que combine todo eso en tiempo real.
. Y años de pruebas en diferentes circunstancias para garantizar la seguridad de pasajeros y viandantes. Y eso representa mucho dinero.
Durante años, empresas como Waymo (de Google) intentaron hacer casi todo por sí mismas: diseñar los sensores, desarrollar el software, gestionar la flota y atender a los clientes.

Pero con el tiempo ha quedado claro que casi nadie puede hacerlo solo. La nueva etapa se basa en alianzas estratégicas, donde cada uno aporta lo que mejor sabe hacer.
Una de las más reciente y ambiciosa de estas alianzas la integran nVidia, Stellantis, Foxconn y Uber, con un objetivo claro: lanzar miles de taxis autónomos al mercado a partir de 2028. Y con un reparto de tareas parece lógico:
. Stellantis, el grupo que integra marcas como Peugeot, Fiat o Jeep, fabrica los vehículos.
. nVidia aporta los superordenadores basados en sus chips Drive, diseñados específicamente para conducción autónoma.
. Foxconn, el gigante taiwanés conocido por ensamblar los iPhones, fabricará componentes y ayudará a introducir los vehículos en Asia.
. Uber pondrá su plataforma de movilidad y su experiencia en gestión de clientes.
Cada uno aprovecha su experiencia, diversifica riesgos y se posiciona en un mercado que podría mover cientos de miles de millones de dólares en la próxima década. Parece, en definitiva, una jugada inteligente.
Pero este es un tablero con muchos jugadores… y ninguna victoria clara.
Waymo sigue siendo, por ahora, la referencia del sector. Opera flotas de taxis autónomos en Phoenix y San Francisco, y planea expandirse a más ciudades de Estados Unidos, Asia ( Tokio, … ) y Europa ( Londres, … )
Motional (Hyundai + Aptiv), Zoox (Amazon) y muchas startups chinas también pelean por su trozo del pastel.
La diferencia es que ahora las grandes empresas ya no compiten solas, sino que comparten tecnología, proveedores y socios estratégicos.
nVidia, por ejemplo, trabaja con GM, Volkswagen, Mercedes y BYD, además de Uber. Todos intentan no quedarse fuera del futuro del transporte urbano.
¿Y los clientes? Esa es la clave que falta. La tecnología avanza, las alianzas se multiplican, pero el éxito dependerá de un factor mucho más humano: la confianza de los usuarios.
Por ahora, la mayoría de la gente aún prefiere un conductor humano. Las dudas sobre la seguridad, la responsabilidad legal o los posibles fallos del sistema siguen pesando mucho. Hasta que eso cambie, los taxis autónomos serán más un experimento que una realidad masiva.
Pese a los desafíos, la tendencia es imparable. Los costes de sensores y procesadores bajan año tras año. La inteligencia artificial mejora a velocidad de vértigo. Y las ciudades, presionadas por la congestión y la contaminación, buscan soluciones más eficientes y sostenibles.
Todo apunta a que en la próxima década veremos taxis autónomos en muchas urbes del mundo, aunque probablemente con un operador de seguridad remoto o en rutas predefinidas al principio.
El sector hierve, las alianzas se cruzan y la competencia se intensifica. Como dicen algunos en Silicon Valley: “Si no puedes predecir el futuro, al menos participa en él.”
Y eso es justo lo que están haciendo nVidia, Uber y compañía. Quizás veamos resultados no dentro de mucho tiempo.