Hoy voy a reflexionar sobre la expectación que existe al respecto de los robots humanoides, intentando diferenciar entre la fascinación por los prototipos y la dura realidad de la robótica industrial.
No hay revista técnica ni artículo de futurismo que no hable del inminente desembarco de estas máquinas en fábricas, almacenes e incluso nuestros hogares. Los medios nos pintan un futuro brillante donde los humanoides se encargarán de una infinidad de tareas.
Sin embargo, en mi opinión, este es un optimismo exagerado, impulsado, en gran medida, por las propias compañías que invierten miles de millones en su desarrollo y por analistas que buscan crear titulares llamativos.
Cuando leo estimaciones como la de Morgan Stanley, que prevé mil millones de robots humanoides para el año 2050, no puedo evitar arquear la ceja. Estas cifras, si bien son un gran incentivo para los inversores, carecen de un análisis profundo sobre los nichos de mercado reales y la viabilidad económica. Lo que hacen es, sencillamente, inflar una burbuja optimista que ignora las leyes básicas de la ingeniería y la economía.
No quiero decir que los robots humanoides no sean interesantes. De hecho, son cruciales para ciertas operaciones especializadas donde su forma y manera de moverse puede ser necesaria para manipular herramientas diseñadas para humanos. Pero de ahí a asegurar que se extenderán a casi todos los campos, hay un abismo.

Hay problemas inherentes al diseño humanoide. La robótica moderna no es un concurso de belleza ni de imitación humana, sino una industria que exige eficiencia, fiabilidad y rentabilidad. Y aquí es donde el diseño humanoide presenta importantes desafíos:
. Costo y Complejidad: Un robot con piernas y brazos es intrínsecamente más caro y más difícil de fabricar que un robot móvil simple dotado de ruedas.
. Consumo Energético: Mover y equilibrar un cuerpo bípedo requiere mucha más energía y batería. Esto reduce drásticamente el tiempo que el robot está operativo.
. Menor Fiabilidad: Al tener más articulaciones y mecanismos complejos, es más costoso asegurar que el robot sea fiable.
En la industria, un robot debe funcionar a más del 99.99% de su tiempo. Los fabricantes exigen la máxima fiabilidad y el menor consumo posible para garantizar una operatividad de casi el 100%. Un alto índice de fallos o un tiempo de recarga excesivo hacen que la inversión no sea rentable.
Hoy vemos un gran número de prototipos y vídeos impresionantes que generan muchísima curiosidad. Hay muchas empresas, como Figure AI o Boston Dynamics, haciendo pruebas y buscando su sitio. Pero esto es muy diferente a la realidad del mercado.
Los fabricantes de bienes miran con lupa los costes, la amortización de la inversión y la operatividad real en entornos industriales. Una cosa es un robot que hace una demostración en un laboratorio, y otra muy distinta es tener miles de unidades instaladas en entornos de fábrica funcionando 24/7.
Actualmente, el mercado tiene mucha curiosidad, pero apenas hay demanda real de robots humanoides para tareas de propósito general. Es una novedad que debe materializarse con resultados económicos reales que justifiquen su alto coste frente a soluciones de automatización más sencillas, robustas y baratas (como brazos robóticos fijos o vehículos de guiado automático).
Como siempre en tecnología, el tiempo nos dará la respuesta. Pero hasta entonces, sería prudente que analistas e inversores moderasen el entusiasmo con una dosis de realismo ingenieril.