A lo largo de la historia, quienes tenían poder siempre han influido en las decisiones políticas, económicas o sociales. Estaban cerca del poder, tenían recursos y sabían mover los hilos. Sin embargo, existía un contrapeso fundamental: la prensa.

Durante décadas, periódicos y periodistas actuaron como vigilantes del poder, destapando abusos, investigando corrupción y ofreciendo una visión más equilibrada. Por eso se le llamó con razón el cuarto poder.

Pero ese equilibrio se ha roto. Hoy el escenario ha cambiado por completo y nunca antes los poderosos habían tenido tanto margen para manipular, dirigir o moldear la opinión pública a su conveniencia. Hoy el cuarto poder se diluye en el ruido digital

La prensa tradicional continúa existiendo, sí, pero su influencia ha caído. Las redes sociales, los vídeos virales, los podcasts y las plataformas digitales se han convertido en la verdadera plaza pública. Y en ese nuevo territorio, las reglas son muy distintas.

Ya no manda el rigor, ni la verificación, ni el contexto. Hoy manda el algoritmo: una maquinaria diseñada no para informar, sino para maximizar beneficios. Todo se mide en clics, tiempo de visualización y capacidad para enganchar al usuario. La veracidad pasa a un segundo plano.

Y lo más inquietante: estas plataformas están controladas por muy pocas personas. Millonarios que pueden decidir cambios en políticas de moderación, impulso de ciertos contenidos o bloqueo de otros. Su interés no es la verdad: es su propio beneficio.

Lo que vemos en redes sociales no es un reflejo espontáneo de la sociedad. Es, en gran medida, el resultado de un sistema que amplifica ciertos mensajes y entierra otros.

Con dinero, tiempo y estrategia, cualquier grupo organizado puede inundar la red con sus “noticias”, sus narrativas y sus intereses. Los bots —cuentas automáticas o semiautomáticas— multiplican mensajes, crean la sensación de consenso y propagan ideas falsas.

Cuando esas campañas funcionan, los usuarios reales terminan repitiendo esas ideas sin saber que provienen de una maquinaria invisible. Ese es el terreno perfecto para sembrar dudas sobre temas esenciales: ética pública, democracia, ciencia, salud o cambio climático.

El caso del cambio climático es un ejemplo evidente. Un análisis mencionado por The Guardian y basado en estudios de Yale señalaba que ocho de los diez programas online más populares del mundo difunden mensajes de negacionismo climático.

No es casualidad. Hay intereses económicos enormes detrás, especialmente de sectores petroleros deseosos de frenar la transición energética. Cuando millones de personas escuchan solo ese tipo de mensajes, la percepción colectiva se distorsiona.

Y una sociedad mal informada es una sociedad fácilmente manipulable.

Afortunadamente aún existen medios rigurosos, con periodistas comprometidos y procesos de verificación sólidos. The Guardian, por ejemplo, sigue manteniendo una línea editorial independiente que prioriza la información de calidad. Lo mismo ocurre con otros periódicos internacionales y algunos nacionales.

Pero su voz se diluye entre un océano de ruido digital donde abundan las medias verdades, las opiniones disfrazadas de hechos y la propaganda camuflada de entretenimiento.

El problema no es solo lo que se publica. El problema es que la mayoría de la gente ya no distingue entre información, opinión y manipulación. Y una sociedad adormecida es una sociedad más fácil de dirigir

La saturación informativa ha creado una ciudadanía fatigada. La gente cree que está informada porque consume contenido continuamente, pero en realidad recibe un flujo constante de ideas seleccionadas por algoritmos que responden a intereses muy concretos.

Y una sociedad que no piensa críticamente es más fácil de conducir hacia donde conviene a quienes tienen recursos, influencia o poder político.

Por eso la pregunta es tan pertinente: ¿Dónde está hoy el cuarto poder que equilibraba el sistema?

Quizá existe, pero se escucha cada vez menos. Y sin él, la democracia y el pensamiento crítico se debilitan.

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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