El debate sobre el cambio climático ha pasado por varias fases, pero hay un actor constante en la sombra: la industria petrolera. No se trata solo de un desacuerdo científico, sino de una de las campañas de desinformación más largas y costosas de la historia corporativa.
Como experto en temas industriales, es fascinante y, a la vez, preocupante ver cómo ha evolucionado la estrategia de las grandes compañías energéticas. Su táctica ha mutado con el tiempo, pasando de la negación rotunda a una sofisticada «siembra de duda» que sigue influyendo en la política global.
Fase 1: El secreto a voces (Años 60 – 80)
Aquí reside el núcleo del problema ético. Sabemos que desde la década de 1960, las propias compañías, incluyendo gigantes como ExxonMobil, estaban realizando sus propias investigaciones internas sobre los combustibles fósiles y el clima.
¿La conclusión? Sus científicos predijeron con una sorprendente precisión el aumento de CO2 y el calentamiento global que estamos experimentando hoy. Sin embargo, en lugar de actuar o informar, estos datos se mantuvieron rigurosamente ocultos. Públicamente, la industria financiaba estudios que refutaban cualquier vínculo entre sus productos y el clima. Esta fue la era del silencio estratégico.
Fase 2: La negación activa (Años 90 – 2000)
A medida que la evidencia científica se hacía global e irrefutable, el silencio ya no era una opción. La estrategia pasó a ser la negación activa.
La industria petrolera utilizó su inmenso poder económico para financiar grupos de presión, think tanks y campañas mediáticas diseñadas para sembrar la confusión. El mensaje clave no era que «no estaba sucediendo», sino que «los científicos no se ponen de acuerdo» o que el fenómeno era «natural».
Este modus operandi buscaba mantener a la sociedad en un estado de duda cómoda. El objetivo era claro: retrasar cualquier regulación que amenazara la venta de barriles. Hay que reconocer que, durante décadas, esta táctica tuvo un éxito considerable en adormecer la conciencia pública.

Fase 3: La «duda» estratégica y el cabildeo (2010 – Actualidad)
Hoy en día, con el calentamiento global siendo una realidad palpable e irrefutable, la estrategia ha cambiado de nuevo, volviéndose más sutil y cínica: la obstrucción estratégica.
Las petroleras ya no pueden negar la ciencia, así que asisten a las reuniones internacionales de la ONU sobre el Clima (COP). ¿Su objetivo? No es cooperar, sino presionar para diluir o sabotear cualquier acuerdo que implique un compromiso real de reducción de combustibles fósiles. Utilizan el miedo económico como arma: «Si cambiamos, habrá paro, crisis e incertidumbre». A la vez que transmiten mentiras en redes sociales y otros entornos.
Al mismo tiempo, algunas de estas empresas invierten en una pequeña porción de energías renovables para crear una imagen de «responsabilidad», mientras que su negocio principal y sus inversiones mayoritarias siguen enfocadas en la extracción de petróleo y gas, lo que se conoce como «greenwashing» o lavado de imagen verde.
Afortunadamente, la realidad económica está haciendo lo que la ética no pudo: forzar el cambio. El coste de la energía solar y eólica ha caído en picado, superando en muchos casos a los combustibles fósiles. La bajada de precios en las baterías está impulsando la revolución del vehículo eléctrico, además de ayudar a los sistemas de back-up para las redes eléctricas.
La inercia de la industria petrolera es gigantesca, y seguirán luchando con uñas y dientes para mantener su hegemonía. Sin embargo, la historia nos enseña que la adaptación es la única garantía de supervivencia. Los que se aferren al pasado, por muy grandes que sean, terminarán por caer.
Nos queda una pregunta abierta y crucial: ¿quién exigirá finalmente a estas corporaciones sus responsabilidades económicas y sociales por el daño sistémico y la pérdida de tiempo que ha supuesto su campaña de negacionismo?
El tiempo nos lo dirá, pero la presión social, legal y, sobre todo, la competitividad de las energías limpias, son las fuerzas que espero que hagan justicia.
Lo que desconozco es si llegarán algo tarde.