La llegada del sistema Sora de OpenAI, capaz de generar vídeos realistas a partir de simples instrucciones de texto, marca un hito tecnológico. Es una maravilla que abre infinidad de posibilidades creativas, pero tiene un pero: su impacto en el consumo energético, en el agua usada para refrigerar los centros de datos y en nuestra sostenibilidad global.
Cuando generamos un vídeo con IA estamos pidiendo mucho más que texto o incluso imágenes: estamos exigiendo recrear movimiento, luz, sonido, textura… Lo que se traduce en una capacidad de cálculo enorme. Un reciente estudio sobre generadores de vídeo “tipo Sora” concluye que estos modelos tienen una huella de carbono significativamente mayor que los modelos de IA que solo trabajan con texto.
Para dar unas cifras aproximadas:
. Entrenar un modelo de vídeo requiere miles de chips funcionando durante meses y consumiendo gigavatios-hora de potencia.
. Usar esos modelos – aunque cada utilización individual consume mucho menos – se multiplica por miles de millones de veces al día. Y ese “menos” se convierte en “mucho”.
Además, los centros de datos requieren enormes volúmenes de agua para su refrigeración. Por ejemplo: una estimación dice que generar un vídeo de 60 segundos podría consumir “tanto como cargar 1.800 teléfonos móviles” o mantener veinte calefactores de 1 000 W funcionando durante una hora.
En otras palabras: la fase de entrenamiento es brutal, y la fase de uso también tiene su coste oculto, en especial si pensamos en los millones de veces que se utiliza cada día.

Sí es verdad que la tecnología mejora. Los fabricantes diseñan chips más eficientes, los centros de datos optimizan su refrigeración, las arquitecturas de IA se refinan. Pero aquí está la paradoja: la demanda crece más rápido que la eficiencia. Porque cuando multiplicas una operación millones de veces al día, el impacto empieza a ser serio
La conclusión es clara: el “gratis” para el usuario esconde un precio real para el sistema energético del planeta.
Ante este escenario aparece la normativa europea Artificial Intelligence Act (Ley de Inteligencia Artificial), que entró en vigor el 1 de agosto de 2024. Esta ley exige a los desarrolladores que documenten las necesidades de computación y energía de sus sistemas de IA. Es una buena noticia, pero el camino será largo: la aplicación plena se prolongará hasta 2026-2027.
La transparencia es clave: sin datos públicos no podemos saber cuánta agua, cuánta electricidad o cuánta huella de carbono está generando un servicio que usamos casi sin pensar.
Porque la IA que genera vídeos ya no es solo para cine o publicidad: está en apps, entretenimiento, educación, redes sociales. Cada vídeo creado, editado o posteado con un “botón” de IA tiene un coste en infraestructura. Y ese coste es pagado por el sistema eléctrico y por el medio ambiente.
Además, si el uso crece sin control y la fuente de energía sigue siendo fósil, estamos aumentando emisiones y consumo de recursos que podrían estar destinados a otras prioridades urgentes (como salud, educación, cambio climático).
¿Qué podemos hacer como usuarios responsables?:
. No se trata de dejar de usar IA-vídeo: se trata de usarla con criterio.
. Elegir resoluciones moderadas, evitar generar cosas innecesarias, ser conscientes del “botón fácil”.
. Exigir trasparencia a las plataformas: ¿cuánta energía consumen? ¿qué refrigeración emplean?
. Apoyar políticas y estándares que garanticen eficiencia y uso sostenible de la IA.
La generación de vídeo por IA es un salto tecnológico impresionante. Pero también nos pone frente a una realidad: el consumo energético y de agua de esta tecnología es mayor de lo que pensamos. Mientras celebramos avances, no debemos olvidar que nuestra sostenibilidad está por encima de cualquier juguete tecnológico.
La promesa del vídeo generado por IA es real, la eficiencia está en progreso, pero el uso masivo sin control nos puede pasar factura. Y ahora que la normativa europea empieza a exigir rendición de cuentas, conviene observar, preguntar y decidir con responsabilidad.
Porque la IA no solo transforma los contenidos que vemos, sino también la energía que consumimos. Y eso sí que importa.
Se puede ver el vídeo de presentación de SORA: