En un nuevo hito para la movilidad del siglo XXI, Waymo, la filial de Alphabet especializada en vehículos autónomos, ha anunciado que sus taxis sin conductor han recorrido más de 100 millones de millas (unos 160 millones de kilómetros) en condiciones reales de tráfico. Se trata de una cifra impresionante que no solo consolida su liderazgo en el sector, sino que también marca un antes y un después en la historia del transporte urbano.
No se trata simplemente de una cifra redonda. Recorrer 100 millones de millas en modo autónomo representa una validación tecnológica y operativa sin precedentes. Waymo no es la única empresa que desarrolla taxis robotizados, pero sí la que más experiencia acumulada tiene en el mundo real, y eso marca la diferencia.
Además, este récord se ha alcanzado con muy pocos accidentes registrados, lo que refuerza uno de los pilares fundamentales de la compañía: la seguridad ante todo. Desde sus inicios, Waymo ha priorizado una conducción segura por encima de la rapidez en la expansión o el marketing agresivo. La empresa lleva más de 15 años desarrollando y perfeccionando su tecnología, siempre con la premisa de que un coche autónomo debe ser más seguro que un humano al volante.
Waymo ha realizado hasta la fecha más de 10 millones de viajes de taxi autónomo, principalmente en ciudades como Phoenix, San Francisco y Los Ángeles, y actualmente, sus vehículos recorren unas 2 millones de millas por semana, lo que muestra un ritmo de actividad cada vez más intenso.
Y esto es solo el comienzo. La compañía ya ha anunciado que planea expandirse a nuevas ciudades de EE.UU., como Washington D.C., Atlanta y Miami. Además, hay planes para desembarcar en Tokio, lo que convertiría a esta empresa en un actor global en el incipiente mercado del robo-taxi.

Aunque Waymo lidera el sector en Estados Unidos, la competencia internacional no se queda atrás. En China, empresas como Baidu Apollo, AutoX y Pony.ai están desarrollando servicios similares en ciudades como Shenzhen, Pekín o Shanghái. El ritmo de despliegue es vertiginoso, con el respaldo de políticas gubernamentales muy favorables a la innovación.
Estas compañías no solo operan en entornos urbanos complejos, sino que también están mejorando rápidamente sus algoritmos de conducción autónoma. La competencia por dominar el futuro del transporte autónomo no será solo tecnológica, sino también geopolítica.
Mientras EE.UU. y China avanzan a toda velocidad, Europa parece quedarse rezagada. La legislación más estricta, la fragmentación del mercado y la menor inversión en este tipo de tecnologías están retrasando el despliegue de taxis autónomos en el viejo continente. Aunque hay proyectos piloto en Alemania, Francia y el Reino Unido, ninguno se acerca al nivel de escalabilidad o madurez que ya muestran Waymo y sus competidores asiáticos.
A pesar de sus logros, el modelo de negocio de los taxis autónomos todavía no es rentable. Las inversiones en desarrollo, infraestructura y mantenimiento de flotas son elevadísimas, y los ingresos actuales no alcanzan para cubrir los costos operativos.
Waymo, como muchas otras empresas en el sector, sigue operando con pérdidas, y aún no está claro cuándo se alcanzará la rentabilidad. No obstante, la apuesta es a largo plazo. Al igual que ocurrió con los teléfonos inteligentes o la energía solar, se espera que las economías de escala y el perfeccionamiento tecnológico reduzcan los costes significativamente en los próximos años.
El anuncio de los 100 millones de millas no es solo una cifra de marketing. Es la prueba de que la conducción autónoma ya no es una promesa futurista, sino una realidad tangible que está transformando nuestras ciudades. Waymo ha demostrado que los vehículos sin conductor pueden operar de forma segura, eficiente y constante en entornos urbanos complejos.
El siguiente paso será ampliar esa experiencia a más entornos, más países y más usuarios. Y aunque los desafíos siguen siendo enormes —desde la regulación hasta la aceptación social—, lo cierto es que la movilidad del futuro ya está en marcha.
Waymo merece reconocimiento por este logro. Y si bien aún queda mucho camino por recorrer, lo cierto es que esa carretera, ahora más que nunca, ya no necesita conductor.