En un mundo que no deja de demandar más energía, uno de los datos más alentadores —y quizá menos discutidos con el énfasis que merece— es el crecimiento exponencial de las inversiones en energías limpias. Aunque el desafío global de abastecer esta creciente demanda sin agravar la crisis climática es mayúsculo, la dirección que están tomando los flujos de capital resulta esperanzadora.

Según datos recientes de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la inversión mundial en tecnologías limpias está alcanzando cifras récord. En el año 2025 se espera que se inviertan 2,15 trillones estadounidenses de dólares en energías limpias, lo que representa el doble de lo que se destina a los combustibles fósiles. Esta curva de crecimiento se puede observar de forma clara en los gráficos de la AIE, que muestran una aceleración sin precedentes en la última década. No es una moda pasajera: todo indica que esta tendencia se mantendrá, e incluso se intensificará en los próximos años.

Algo que se observa muy fácilmente en la curva proporcionada por la Agencia Internacional de la Energía, y que muestro más abajo.

¿Por qué este auge? Una de las claves es la espectacular reducción de costes de las tecnologías renovables. La energía solar fotovoltaica y la eólica, por ejemplo, no solo son más baratas que nunca, sino que en muchos casos ya son más competitivas que las fuentes fósiles. Además, tienen una ventaja logística considerable: se pueden instalar cerca de los centros de consumo, reduciendo la necesidad de grandes infraestructuras de transporte de energía.

Sin embargo, aún estamos lejos de alcanzar los niveles de inversión necesarios para cumplir los objetivos climáticos globales. Para que el mundo logre una matriz energética completamente sostenible hacia 2050 —como establece el escenario de cero emisiones netas de la AIE—, sería necesario multiplicar las inversiones actuales hasta alcanzar los 4,5 billones de dólares anuales. Hoy en día estamos, todavía, a menos de la mitad de esa cifra.

Un aspecto crucial en esta transición energética es el papel de las economías emergentes. Se estima que más del 80% del aumento de la demanda energética en las próximas décadas provendrá de estos países, muchos de los cuales aún dependen en gran medida del carbón. El reto es inmenso: ¿cómo garantizar un acceso energético creciente y asequible sin repetir el patrón contaminante del pasado?

Afortunadamente, las señales no son todas negativas. Las mejoras tecnológicas, la cooperación internacional y el abaratamiento de las renovables están abriendo oportunidades inéditas para estos países. Iniciativas de financiación verde y asociaciones público-privadas están ayudando a acelerar la transición en regiones donde antes parecía inviable.

Otro actor emergente en este escenario son los centros de datos, cuyo consumo energético está en el punto de mira debido al crecimiento imparable de la inteligencia artificial, la computación en la nube y el almacenamiento digital. Las grandes tecnológicas ya están tomando medidas: muchas buscan operar con energías 100% limpias e incluso exploran soluciones innovadoras como la energía nuclear de pequeño módulo o la geotérmica, menos intermitente que el sol o el viento. Además, se están logrando importantes mejoras en la eficiencia energética de estos centros, lo que contribuirá a moderar su impacto.

Todo esto se enmarca en uno de los mayores desafíos del siglo XXI: la electrificación de la economía. Desde el transporte hasta la calefacción, cada vez más sectores están sustituyendo combustibles fósiles por electricidad, lo que supone un esfuerzo adicional para asegurar que esa electricidad sea renovable y sostenible.

Y por si todo esto no fuera suficiente, el Cambio Climático ya está aquí, manifestándose en eventos extremos cada vez más frecuentes. El tiempo corre, y aunque las inversiones actuales muestran una dirección correcta, también nos recuerdan que aún estamos lejos de la meta. La velocidad importa.

Por eso, aunque pueda parecer que hablamos mucho de energía, de clima o de transición ecológica, la realidad es que lo hacemos porque el tema lo merece. Se trata, ni más ni menos, de la manera en que aseguraremos un futuro habitable, justo y sostenible para todos.

La buena noticia es que la rueda ya está girando. La no tan buena: aún tiene que girar mucho más rápido.

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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