Pocos se detienen a pensarlo, pero el 90% del comercio mundial se mueve sobre el mar. Cada día, decenas de miles de barcos mercantes cruzan océanos llevando desde contenedores con productos tecnológicos hasta alimentos, materias primas y bienes de consumo de todo tipo. Este sistema logístico global ha sido clave para la economía moderna, pero también trae consigo un impacto considerable: el transporte marítimo genera cerca del 3% de las emisiones globales de CO₂.
Aunque las grandes navieras y organizaciones del sector se han comprometido a alcanzar la neutralidad en carbono para 2050, los desafíos son enormes. Por eso, cuando surgen ideas innovadoras que pueden aplicarse casi de inmediato para reducir el consumo de combustible y las emisiones contaminantes, vale la pena prestar atención.
Hasta ahora, la lógica más común para la navegación marítima ha sido sencilla: trazar la ruta más directa posible entre dos puntos. Pero un reciente estudio propone un cambio de paradigma, gracias al trabajo del profesor Shane Keating, de la Universidad de Sídney, y un equipo internacional de científicos y expertos en inteligencia artificial.
Durante más de 15 años, este equipo ha estudiado en profundidad el comportamiento de las corrientes marinas y ha logrado desarrollar un algoritmo inteligente que identifica, en tiempo real, las corrientes más favorables para los buques de carga. En lugar de navegar en línea recta, los barcos podrían ajustar ligeramente su ruta para aprovechar estas corrientes naturales, lo que se traduce en menos esfuerzo del motor, menos combustible y menos emisiones.
Según los cálculos del estudio, este enfoque permitiría ahorros de hasta un 20% en consumo de combustible, lo cual es un dato impresionante, especialmente si consideramos la escala del sector marítimo. No estamos hablando de una mejora marginal, sino de una transformación significativa en la eficiencia energética de la navegación.

Este proyecto no hubiera sido posible sin los recientes avances tecnológicos. Los satélites actuales ofrecen una resolución y precisión sin precedentes, permitiendo mapear en detalle la superficie marina, incluyendo corrientes, temperatura y salinidad. Combinando esa información con modelos predictivos de IA, el sistema desarrollado por Keating y su equipo funciona como una especie de «Google Maps de las corrientes marinas».
Los barcos pueden recibir esta información en tiempo real, optimizando su ruta sobre la marcha. No se trata solo de evitar tormentas o planificar escalas, sino de utilizar el propio mar como aliado. Es un uso elegante de la naturaleza, donde la tecnología no lucha contra el entorno, sino que lo escucha y se adapta.
Para poner todo esto en contexto: el transporte marítimo representa un negocio anual de unos 20 trillones de dólares. Cada pequeño porcentaje de eficiencia se traduce en miles de millones en ahorros económicos, además de una reducción importante de gases contaminantes.
Si estas herramientas se implementan a gran escala —algo técnicamente viable a corto plazo—, podríamos estar ante uno de los avances más pragmáticos y ecológicos del sector marítimo en décadas. Es un ejemplo perfecto de cómo la ciencia aplicada y la perseverancia en la investigación pueden generar impactos positivos tangibles en el mundo real.
En un mundo donde muchas veces celebramos las soluciones rápidas y las noticias espectaculares, este proyecto merece una ovación especial. Porque no se trata de una moda pasajera, ni de una startup de laboratorio. Es el resultado de más de una década y media de trabajo silencioso, de científicos que han invertido su tiempo en conocer el océano con rigor y paciencia.
Que ese conocimiento se transforme ahora en una herramienta útil, sostenible y económicamente viable es una prueba de que la ciencia, cuando tiene visión de futuro y apoyo, puede ayudar a cambiar el mundo.
En definitiva, esta propuesta no solo es una mejora técnica, es una declaración de principios: podemos hacer las cosas de otra manera. Podemos avanzar hacia una economía más limpia sin frenar el comercio global, sin volver atrás. Solo necesitamos observar mejor, entender más y aplicar lo que sabemos con inteligencia y compromiso.
Quizás en pocos años, mirar la carta náutica será como mirar un mapa inteligente que no solo muestra el rumbo más corto, sino también el más eficiente, ecológico y respetuoso con el planeta.
Y eso, en tiempos de emergencia climática, no es poca cosa
Se puede ver un video en: https://youtu.be/BRggDTK6sqA