El auge de la inteligencia artificial (IA) ha supuesto un boom sin precedentes en la demanda de servicios en la nube. Empresas como META, Google y Microsoft, los gigantes que dominan este mercado, están construyendo y expandiendo sus colosales centros de datos a un ritmo vertiginoso. Este crecimiento, sin embargo, trae consigo un aumento considerable en el consumo energético, y consecuentemente, en la huella de carbono. Los objetivos de sostenibilidad, una vez tan ambiciosos, se ven ahora amenazados por la voraz sed de energía de la IA.

¿Cuál es la solución? Para muchas de estas compañías, que se han comprometido con metas de neutralidad de carbono para 2030, la respuesta ha comenzado a dirigirse a un escenario poco habitual: la energía nuclear.

Hace poco, la noticia resonó en los medios especializados: META ha llegado a un acuerdo confidencial con una planta nuclear en Illinois (Clinton Clean Energy Center) para mantenerla operativa por un período de entre 10 y 20 años. La planta, que estaba a punto de ser cerrada, será ahora un socio clave para alimentar los servidores de META, garantizando un suministro energético confiable y estable durante un período prolongado.

Este acuerdo, lejos de ser una anécdota, refleja un cambio significativo en la estrategia energética de las grandes compañías tecnológicas. La necesidad de reducir su impacto ambiental, en un momento en el que los centros de datos consumen ingentes cantidades de energía, ha forzado a estas empresas a explorar alternativas, entre ellas, una fuente de energía tradicional que, hasta hace poco, había sido considerada obsoleta.

Y no es sólo META. Se sospecha, y la información se filtra en los foros especializados, que Google y Microsoft están siguiendo un camino similar. La presión para cumplir sus compromisos medioambientales, cada vez más difíciles de alcanzar con el incremento del consumo energético debido a la IA, les ha llevado a buscar soluciones fuera del convencional paradigma renovable.

El caso de META en Illinois es particularmente relevante. El Clinton Clean Energy Center, que genera energía nuclear, proveerá una fuente de electricidad estable y con un potencial de emisión de gases de efecto invernadero muy reducido en comparación con las fuentes de energía más comunes, como las térmicas basadas en combustibles fósiles, o la generación intermitente de energías renovables.

Esta estrategia, aunque no exenta de polémica, plantea un dilema fascinante. La energía nuclear, a pesar de las preocupaciones sobre su seguridad y el almacenamiento de residuos, ofrece una solución a corto plazo para un problema energético inminente. Las compañías tecnológicas, con sus vastos recursos económicos, pueden permitirse financiar y apoyar estas estrategias, ayudando a mantener la viabilidad de infraestructuras que, de otro modo, quedarían obsoletas.

Sin embargo, la decisión de recurrir a la energía nuclear para alimentar centros de datos plantea interrogantes sobre la sostenibilidad a largo plazo. ¿Es esta una solución definitiva o una estrategia a corto plazo, una medida temporal hasta que se logren avances significativos en energías renovables? Es una pregunta que muchos expertos se hacen, y que las propias empresas, probablemente, no responden abiertamente.

La apuesta por la energía nuclear por parte de estas grandes corporaciones no deja de ser un punto de inflexión. Es un indicador claro de la complejidad de la transición hacia una economía sostenible. La carrera por la neutralidad de carbono se ha vuelto un desafío mucho más complejo de lo que muchos pensaban, y las compañías tecnológicas, en su afán por mantener el liderazgo en el sector de la IA y los servicios en la nube, están explorando opciones poco convencionales para cumplir sus objetivos, incluso aunque algunos de esos objetivos no sean realistas.

La pregunta es: ¿hasta dónde estarán dispuestos a llegar?

Amador Palacios

Por Amador Palacios

Reflexiones de Amador Palacios sobre temas de Actualidad Social y Tecnológica; otras opiniones diferentes a la mía son bienvenidas

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